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‘Las mascaradas de Trajal Harrell’, por Víctor Molina

‘Las mascaradas de  Trajal Harrell’, por Víctor Molina

c Y lo hace con paradójicos signos de agotamiento, exceso e insaciabilidad. Apesadumbrada y pedagógica, irónica y reflexiva, vertiginosa y quietista, la danza ha puesto en marcha todo tipo de estrategias para enmascarar de buen ánimo, de ligereza, o de explosividad su desmesurada marcha…. Mascaradas supra-icónicas o incluso imperceptibles. El propio cuerpo, que suele comparecer como fatiga o como exilio, recurre a las mascaradas para emprender la búsqueda de todas sus valencias, tanto en las magnitudes de intensidad (estallidos, brillos, afectos, acentos, etcétera), como en las de extensibilidad (número, espacio, duración, cognición, etcétera).

Otro tanto sucede con los temas, que, aunque agotados, no dejan de multiplicarse insaciablemente. La danza trans-acciona con todos ellos, con los de la alta cultura y con los de la alta costura. Aunque sintomáticamente, en la actualidad encuentra en el pop la posibilidad privilegiada de enmascarar su trans-acción con la vida. Series de televisión, superhéroes, videojuegos, rock, rap, porno.., en los últimos años, la danza se ha ido relacionado con lo mejor y lo peor de la cultura popular. Pero no para dar valor e interés escénico a cosas divertidas, ni como manera de hacer fascinante la naturaleza de sus materiales coreográficos, sino como justificación para reflexionar sobre sí misma. Pues la danza, que tiene un exceso de objetos y materiales, que está a la vez infectada de nostalgia y de melancolía, sabe que sólo existe para ella una única cosa necesaria e imprescindible: ella misma. Sólo que la única manera de poder reconocerse y de poder abordarse es a través de la máscara y la ironía.

Twenty Looks or Paris is Burning at The Judson Church, de Trajal Harrell, recurre a esta vía. Para hacerlo, Trajal Harrell construye un ready made hipotético y reflexivo. En tanto que ready made, Twenty Looks… lleva un universo de baile pop al seno de la danza contemporánea. Y en tanto que hipótesis reflexiva, lleva a escena una incógnita de partida: “¿Que hubiera pasado si en el año 1963 la escena voguing de Harlem hubiera conocido la danza postmoderna de la Judson Church?”.

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Como hijo bastardo y desvergonzado de la moda, y más concretamente de la revista Vogue, de donde toma su nombre, el voguing vino a urdir su lustroso universo modal a partir del tejido gestual de la pasarela, con poses típicas de las modelos: movimientos angulares, lineales y rígidos de los brazos, las piernas y el torso del cuerpo. Como tendencia, nació en el ámbito de los salones afroamericanos de baile del Harlem de los años sesenta, y aunque originalmente fue llamado “presentación” (presentation) y luego “performance”, porque simplemente se ceñía a parodiar carnavalescamente las poses del cuerpo en pasarela, con el tiempo evolucionó hacia formas más intrincadas e ilusorias, adquiriendo el nombre con el que hoy se le conoce.  Como danza, el voguing nació y se desarrolló en la escena gay de algunos clubs de las ciudades más importantes de Estados Unidos, especialmente New York, pero se convirtió en una moda internacional al ser la base coreográfica de la canción y el vídeo de Madona «Vogue» (1990).

La relación del baile con la música popular, como sucede, por ejemplo, con el hip-hop, implica formas gestuales que evolucionan al lado mismo de las formas musicales. El break con la llegada del break beat y sus ritmos absolutamente despojados y esencialmente percutivos; las técnicas robóticas y los bockings provienen de la sonoridad funky; las waves vienen impulsadas ​​por el electro, que a su vez prosperó a partir de las primeras cajas rítmicas; el hype despegó con las coreografías de Janet Jackson y luego fueron adaptadas a la evolución del rap (hardcore, raggamufin, R & B…). Un caso distinto, sin embargo, es el de las llamadas tendencias, como el voguing o el house dance, que nacieron y se transmitieron en clubes como síntomas comunitarios.

Es verdad que en todo este universo es difícil distinguir entre lo que es una técnica de lo que es un estilo o una tendencia. Pero, en general, una tendencia suele tener una connotación subterránea (underground), y expresa una novedad que puede llegar a convertirse en una técnica, según la manera como evolucione. La house dance, por ejemplo, se convirtió en técnica compuesta con un vocabulario especialmente complejo que requiere un gran virtuosismo. Y no menos sofisticado y estilizado evolucionó la mascarada gestual del voguing.

Trans-acciones va de géneros y este espectáculo también. Recordemos la formulación que sobre ellos ofrece Luce Irigaray en su precioso libro Ese sexo que no es uno. Irigaray sugiere que, en ciertos contextos, las mujeres performatizan la feminidad como una mascarada necesaria. Para Irigaray, las mujeres aprenden a imitar la feminidad de la misma manera como se lleva una máscara social. De modo que, en un mundo colonizado por el deseo masculino, las mujeres han puesto en escena la heterosexualidad en un performance irónico que, aunque sea una estrategia de pura sobrevivencia, no resulta menos teatral. Y aunque de algún modo Irigaray corre el riesgo de erigir la estrategia como esencialmente femenina y reafirmar así los binarismos de género que ella misma cuestiona de manera tan convincente, a partir de sus análisis se pueden reconocer también las posibilidades estratégicas de las mascaradas masculinas, y entre ellas las del drag, el glam, el passing, el travestismo, y, por supuesto, también la del voguing, con toda la fuerza de su gestualidad artificial, nutrida de teatralidad e ironía.

Evidentemente la gestualidad del voguing está en las antípodas del gesto en la radical experiencia del TanzTheater. En el voguing, el gesto corre el riesgo de convertirse en la casa de muñecas de la danza teatro, en melodrama de futilidad expresiva, en poesía escrita en la tumba de la pasarela. Porque, como hemos dicho, más que gesto se trata de “poses”, es decir, de ese fracaso lírico del gesto que vienen a ser las figuras huecas donde se ampara el cuerpo para ser exhibido; se trata de “poses”, de gestos marchitos y sumergidos en el gozo oculto de la futilidad del formalismo. Pero Twenty Looks… de Trajal Harrell, lo sabe, y utiliza esa futilidad como una posibilidad irónica de mascarada. Como una manera para ironizar sobre el cuerpo glorioso en una época sin dioses. O sin más dioses que los del mercado, de los que la moda resulta ser su lustroso mascarón de proa.

Víctor Molina

TRAJAL HARELL presenta Twenty Looks or Paris is Burning at The Judson Church en la Sala Hiroshima el día 19 de marzo de 2017 dentro del ciclo TRANSaccions

Webeografía

Web de la compañía:

http://betatrajal.org/home.html

Entrevistas con Trajal Harrell:

http://www.dance-enthusiast.com/features/view/390/

Trajal Harrell: Twenty looks or Paris is burning at the Judson Church, Rio de Janeiro / https://www.youtube.com/watch?v=pljf767CB6w

Trajal Harrell: Antigone Jr – Twenty Looks or Paris Is Burning at The Judson Church (September 17, 2014) / https://vimeo.com/113526193

“Trajal Harrell 15-16” / them.https://vimeo.com/98259632

Performatik 2013: Trajal Harrel:  https://vimeo.com/60443143

 

Referencias de voguing  extraescénico

Documental: Paris Is Burning

https://youtu.be/hedJer7I1vI

RuPaul – Supermodel (You Better Work)

https://youtu.be/Vw9LOrHU8JI

Madonna “Vogue”

La evolución del Vooguing como danza

https://www.buzzfeed.com/antwaunsargent/the-evolution-of-voguing?utm_term=.xiwPlmpw5#.jizDYMX8j

Concursoso de voguing en la actualida