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‘Pasión por los espejos’ per Roberto Fratini

‘Pasión por los espejos’ per Roberto Fratini

“For nothing is more heavenly
than to resist and to yield;
to yield and to resist”
(Virginia Woolf)

“If you can see anything beautiful about yourself,
Get a better mirror”
(Shane Koyczan)

Desde que se estrenó en 2012,  Folk-s  ha sido todo referente estable de sendos devaneos crítico sobre las mil maneras que, en la última década, ha hallado la danza radical de radicalizarse más aún (y por supuesto rentabilizarse) desenterrando las raíces del baile folklórico, típico, popular y tradicional. Vamos a desvincular Alessandro Sciarroni  precisamente de este filón o mega-trend. Su trabajo, de entrada, no es ninguna recuperación piadosa (porque, aunque Folk-s la saque felizmente de contexto, el Schuhplatter  no es en sí ni una antigualla ni un cadáver, sino una danza rotundamente actual para las comunidades en la que a día de hoy se sigue practicando); tampoco es un revival en sentido etimológico, principalmente porque no persigue el segundo fin y la finalidad beata, reviviendo la tradición, de revivir (o reanimar) una contemporaneidad en fase terminal;   no se parece a una transposición (el Schuhplatter se ejecuta, en Folk(s),  con obstinada ortodoxia y con extenuante fidelidad a las formas tradicionales); y no hay rastro, en ella, del tufillo a paternalismo y misticismo que la danza contemporánea suele desprender cuando gusta de remover el elemento popular.

También sus finalidades son diferentes: pese, por ejemplo, a expresar una cierta reflexión sobre el valor arquetípico o estructural de ciertas prácticas colectivas de movimiento, Folk-s no representa ninguna pesquisa seminal, ningún homenaje a los orígenes, ninguna restauración de identidades ancestrales o nacionales. Éste será, si acaso, el móvil de otros creadores, éstos sí  abanderados y campeones de la nostalgia actualizante (Les Slovacks, Ezster Salomon, Cesc Gelabert, Yuval Pick). El de Sciarroni no es otro “descenso más a las madres”: las danza del Sudtirolo (esa parte de Italia que confina con Austria y en la que se habla el alemán casi más que el italiano) no son para él menos extranjeras, menos alienas o “exóticas”, que la country dance americana que reprodujo con la misma fidelidad en una de sus primera piezas (Cowboys, 2009). Es más, el proyecto poético de Sciarroni no sería el mismo sin este asombro ante la absoluta lejanía de una práctica que precisamente en virtud de su extrañeza puede ser des-contextualizada (y desde luego que Sciarroni resiste también la tentación de re-contextualizarla: digamos que no abusa de ella; se deja, si acaso, abusar por ella; la deja embrujar, acaparrar el espacio de la performance). Y finalmente, no se trata con toda evidencia de sonsacarle al folklore algo así como una “triple esencia” generalísima del baile popular (nada parecido, en suma, a ese folk esperanto que en los 80 coreógrafos como Christopher Bruce intentaron elaborar): al contrario, Sciarroni se interesó por el Schuhplatter con plena conciencia de su carácter anecdótico, de su fuerte aroma territorial y de su relativa “inexportabilidad” (cosa que aclara, no sin ironía, siendo él mismo el solo intérprete a llevar, en la pieza, los típicos lederhose de la danza tirolesa).

Deberíamos repensar Folk-s en el conjunto de la trilogía que la pieza inauguró allá por 2012, titulada Will you still love me tomorrow, y que se proponía ser una meditación general sobre el concepto de esfuerzo, repetición y resistencia (la trilogía seguiría con UntitledI’ll be there when you die de 2013 y con el reciente S.P.O.R.T.: basado en el malabarismo o toss juggling el primero, en el Goalball – una práctica deportiva destinada a los invidentes e hipo-videntes el segundo). Deberíamos, incluso, repensar Folk-s  en el conjunto de una aventura creativa que para Sciarroni arrancó con If I was your girlfriend (2007) y que fue toda marcada por una mezcla personalísima de ternura y objetividad, de empatía y cinismo, de lucidez y de lirismo (la misma mezcla explica, entre otras cosas, por qué en las primeras piezas de Sciarroni una pasión muy refinada por la literatura, de Flaubert a Virginia Woolf pueda conciliarse tan francamente con una pasión muy irónicamente camp por Madonna y la cultura pop).

En este trasfondo  Folk-s adquiere un sentido infinitamente más seductivo que el de un enésimo homenaje “sencillo” a la supuesta sencillez del baile folklórico, o que el del enésimo tentativo de realizar una impensable “concreción” de la danza contemporánea tomando prestado al baile popular su proverbial carácter “concreto”. Esta será, si acaso, la senda de otros coreógrafos (como Christian Rizzo), que en la danza popular han buscado algo así como una “de-sofisticación” o “de-sublimación” de las poéticas.

Sciarroni se va a lo folklórico en busca, justamente, de lo contrario: los valores de destreza, las rutinas de ejecución, los  órdenes de prestación que el baile folklórico fija, desde siempre, con una precisión rayana en la terquedad, constituyen el gesto de abstracción más puro que quepa imaginar; el gesto formal por y a través del cual la comunidad, en una especie de suspensión virtuosa, de acrobacia estética, se ve vivir su propia imagen, su cohesión engalanada; y se reconoce a sí misma como festivamente y exactamente otra; el acto con el que, mediando las rutinas “figuratas” de la danza, lo colectivo y presente se “transfigura”: en este sentido el tour de force, la “labor del baile” es, a la muchedumbre folklórica en el marco de la fiesta, lo que la “labor del martirio” es al individuo aislado, al santo, en el marco del sacrificio; en ambos casos, es el cuerpo quién, al pie de la letra, “merece la pena” que es inscribir su presente en el registro de lo intemporal, su ahora en un siempre (tampoco es de extrañar que las dos cosas, kermesse folklórica y fiesta del Patrono, vayan tan regularmente de la mano).

Al mismo tiempo, “abstraerse”, traerse fuera de sí, exponerse (para bien o para mal, para el éxito o para el error, para el triunfo o para la derrota) no es algo que la comunidad, siendo un conjunto heterogéneo de individuos, pueda lograr si no acepta que su única subjetivación posible es precisamente “objetivarse” fuera de sí; exhibirse como en el dispositivo de abstracción más exacto, más objetivo de todo; como en un espejo.  De aquí la enorme capacidad de atención, resistencia y concentración sobre el instante presente que suelen precisar los bailes folklóricos (y en especial manera un baile “matemático” como el Schuhplatter): aunque pueda parecer paradójico, sólo la infinita exposición al paso falso, al destiempo, al error consigue vehicular una sensación real de precisión; y viceversa, sólo bailando con precisión de un instante para otro, consigo que mi error siempre posible, que mi caída siempre al acecho, vuelva a cargarse de significados humanos.

No fue acaso ése, desde siempre (o al menos desde los inicios de la aventura moderna), el ensueño de la danza? Acaso no nos han hablado hasta el aburrimiento de la importancia de la inmanencia, de la necesidad de un enfoque constante sobre el instante presente y nada más que eso? Sciarroni parece ser el primero en haber intuido cabalmente que la primera herramienta de ese enfoque sobre el presente es hacer con precisión algo suficientemente difícil en sí como para excluir de entrada cualquier devaneo psicológico, conceptual o poético; que la destreza es la principal aliada del aquí y del ahora. Que, en otras palabras, es más fácil captar la sustancia del presente si lo que haces es demasiado difícil como para dedicarte a ejercicios de contemplación sobre el presente en cuanto concepto o valor (de paso, esta pretensión mística es el vicio más cotizado de cierta performance). Es más, Sciarroni consigue demonstrar que la utopia de la autopoiesis – esa ilusión de que la forma del movimiento, la composición, pueda hacerse sola sin mediar la voluntad, el capricho o el gusto “coreográfico” del creador o del intérprete, halla precisamente en el baile folklórico su realización más directa: los pasos y figuras Schuhplatter se hacen, en Folk-s obedeciendo en tiempo real a un patrón rítmico y sonoro que es el que lleva la danza. De una forma bastante análoga, en Untitled de 2014, los movimientos de los malabaristas se harán “a vista”, dictados o inducidos por por el peso, la trayectoria contingente, la posición en el aire de los malabares lanzados.

Lo más maravilloso es que, al descubrir el potencial de abstracción, de inmanencia depurada del baile folklórico, Sciarroni, casi sin querer, termina revelando mucho más: revela por ejemplo el sentido secretamente político de las danzas típicas, que es de “exponer” al pueblo como pluralidad conjunto heterogéneo de individualidades doblemente unidas por la objetividad de la rutina y por la subjetividad del error; y revela el significado humano de esas danzas, que es dar tiempo y lugar, si se quiere, a una interferencia fundamental entre la unidad de las “figuras de la danza” y la variedad de esas otras figuras que, en cada danza, son los rostros de quienes la bailan (de aquí el curioso jugar del título entre el singular Folk pueblo – y el plural folks como “tipos”).

El baile folklórico vuelve a ser, en este aspecto, el lugar en el que la norma colectiva solo existe como reconciliación de todas las posibilidades de error, incluso de anomalía que permiten a los pueblos seguir siendo “pueblo(s)” y no ya el “Pueblo” monolítico de las retóricas nacionalistas, populistas, totalitarias. Es también el sentido de la “figuración y exposición” de los pueblos según Georges Didi-Hubermann: como acto de resistencia a toda generalización. No es de extrañar que en Folk-s el acto de resistencia que es la danza se someta directamente a la regla figural y “especular” de la mirada: su Schuhplatter seguirá haciéndose mientras queden ojos para verlo, en una especie de fidelidad, de pacto amoroso entre mirada y figura, entre cuerpo y rostro.

Es suficiente esta regla sencilla (que es la norma de supervivencia de cualquier tradición práctica) para convertir Folk-s en una performance muy cercana de ese endurance art (o “arte de aguante”) que fue, en los 80 y 90, la versión más política del Body Art.

Folk-s es, en conclusión, solo el capítulo más sonado de algo que ha vertebrado la poética de Sciarroni desde el inicio y que no sabría definir de otra forma que como una invencible pasión por los espejos y por todas las manifestaciones, expresiones, ocasiones, fenomenologías de lo especular, de lo gemelar, del desdoblamientos y de la multiplicación: desde Cowboys de 2009 (donde una complicada manipulación de espejos era precisamente la práctica que precedía la rutina de la Country Dance) y Lucky Star  de 2010 (donde se reinventaba Romeo y Julieta de Shakespeare, proverbiales almas gemelas, como un inquietante juego de simetrías y especularidades entre gemelos). Me gusta recordar que los inicios de Sciarroni en el teatro experimental (y muy lejos de la danza contemporánea) se hicieron en uno de los colectivos teatrales más rompedores de la escena italiana de los 90; y que el colectivo se llamaba Lenz Rifrazioni (Lenz Refracciones). La pasión por los espejos culminaría en Joseph (2011), donde la aventura de Alessandro era desplegar las mil simetrías (irónicas, fabulosas, monstruosas, angelicales), de la imagen-de-sí-fuera-de-sí, aprovechando en el fondo los algoritmos del software que manipulaba su retrato vídeo en tiempo real en términos no muy diferentes a como cada cuerpo, en Folk-s despliega, multiplica, refracta los patrones matemáticos asignados al baile folklórico. Cabe preguntarse a qué se refiere un título tan enigmático como Joseph: alusión, si acaso, a ese paciente José (del Antiguo Testamento) cuya especialidad eran los sueños en technicolor y su interpretación? O homenaje a ese José (del Nuevo Testamento), padre putativo de Cristo, que por no haber podido crear un Hijo que según la escritura se había generado solo, no tuvo otro destino, tal vez, que el de re-crearse, reinventarse, multiplicarse a sí mismo, en una especie de ritual lúdico, justamente, recreativo? En esto, el trabajo de irradiación, tergiversación y recombinación de sí en que se vuelca Joseph a lo largo de la pieza podría recordar por un lado ciertas manipulaciones virtuales de Marcel·lí Antúnez, y por otro cierto trabajo poético de Germana Civera sobre la relación múltiple entre el rostro y las “figuras” que se derivan de sus distorsiones, muecas, emociones, “estaciones”.

¿ No es, esta paciencia, la dedicación y aplicación con la que Sciarroni se recrea en las aplicaciones  del software, una especie de martirio lúdico, algo parecido al acto de resistencia, de obstinación que se expresa en el metódico “danzarse a muerte” de Folk-s? No es otra transfiguración, medio lúdica, medio penosa? Es más, la idea de lo colectivo como comunidad de desemejanzas (en Folk-s), y de mi rostro como comunidad de anomalías (en Joseph) podría recordar la tensión poética que anida en ciertos retratos fotográficos de Diane Arbus (un antigua pasión de Sciarroni, y la inspiradora del no-título, Untitled, de su última pieza). El baile folklórico es también esto: como actualización vivida de unas formas, prácticas y emociones intemporales, expresa en el fondo la resistencia implícita de los pueblos a la temporalidad de la historia y a los abusos u opresiones que ésta trae consigo: la parte de siempre  que anida en el ahora. De aquí que Sciarroni guste de definir el tempo de Folk-s con una imagen  digna de Virginia Woolf: como insistencia infinita de la marea contra la playa; como el retorno de la misma ola en la misma orilla, siempre la misma, siempre diferente. “Will you still love me tomorrow”, que es una referencia poética al principal “uso humano” de la danza Schuhplatter, que nace como competición masculina de habilidad y resistencia para buscar pareja,  no alude en el fondo que a ésto: al amor como promesa, profecía; ilusión de que algo –  la cuadratura de mi presente y del tuyo, nuestra sincronización absoluta – pueda, resistir los embates del tiempo. La promesa absurda (y tan necesaria al amor) de que no nos cansaremos, de que no nos equivocaremos. Y de que esto, mientras estés, no se acabará.

Roberto Fratini

ALESSANDRO SCIARRONI presenta Folk-s, will you still love me tomorrow? al Mercat de les Flors el 27 i 28 de març

 

Bibliografía

Georges DIDI-HUBERMAN, Pueblos expuestos, pueblos figurantes, Manantial, 2014.

Lorenzo DONATI; Lucia OLIVA, Giovane danza d’autore. Azione e immaginazione da Cantiere a Anticorpi XL, Anticorpi, 2010.

Jennifer FISHER, Anthony SHAY (ed.), When men dance. Choreographing Masculinities across  Borders, Oxford University Press, 2009.

Sílvia GONZÁLEZ (ed.), Modul Dance. Moving with Dance Artists across Europe, Mercat de les Flors, 2015.

 

Videografía

https://www.youtube.com/watch?v=-u7cZM3cFm8 (vídeo Schuhplatter tradicional Sudtirol)

https://www.youtube.com/watch?v=-HoYdRHdnbo (entrevista a Alessandro Sciarroni sobre Untitled, 2013)

https://www.youtube.com/watch?v=cCQpMR8kkIk (entrevista a Alessandro Sciarroni sobre Joseph)

https://www.youtube.com/watch?v=6tDB0eKQEis (trailer Cesc Gelabert, La muntanya al teu voltant)

https://www.youtube.com/watch?v=xZ0vPuDrcvU (extracto vídeo Germana Civera, Figure(s))

https://www.youtube.com/watch?v=cBrb2tk-yMk (extracto vídeo Marcel·lí Antúnez, Sergi Jordà, Epizoo, 1994)

https://www.youtube.com/watch?v=sGG4bUHfkbc (teaser Christian Rizzo, D’Arpès une histoire vraie)

 

Linkografía

http://www.liquidmaps.org/users_fichas_items/index/1912/4750 (página de Alessandro Sciarroni en Liquidmaps)

http://www.modul-dance.eu/artist/alessandro-sciarroni/ (página de Modul-Dance Europe sobre Alessandro Sciarroni)

http://www.numeridanse.tv/fr/themas/105_la-danse-contemporaine-italienne-les-annees-2000 (sección temática de Numéridanse.tv sobre la danza contemporánea italiana desde 2000)

http://www.lesouffleur.net/7613/alessandro-sciarroni/ (Entrevista a Alessandro Sciarroni para Lesouffleur.net)