En una entrevista, la coreógrafa Maud Le Pladec manifiesta su profundo interés en la complejidad del oficio de un intérprete de danza. Por un lado, dice ella, la danza requiere una construcción constante por la práctica de técnicas y lenguajes de movimiento, pero al mismo tiempo, el intérprete necesita dominar la deconstrucción que requiere la organicidad corporal.
Por lo tanto, las técnicas son herramientas, pero también son limitaciones, y lejos de ser una mera educación de músculos, cada técnica o estilo, cada forma de moverse encarna una forma de pensar: trasmite y promueve un conocimiento y una visión sobre el cuerpo y el mundo.
Desde esta mirada resulta interesante pensar de qué está hecho cada cuerpo, qué referentes lleva en sus carnes. Qué prácticas, técnicas y metodologías atraviesan el cuerpo en movimiento, y cómo cada cuerpo al bailar hace una selección de materiales encarnados que emplea a su servicio. El origen etimológico de la palabra intérprete, en latín interpres, nos remite a un negociador intermediario, su lugar de ‘mediador’, que en danza podríamos percibir como un cuerpo mediando formas y energías, pero también presencias; en un estar entre la obra, el coreógrafo y el público; encarnar un lugar poético donde la obra puede hacerse visible.
Una aproximación a Silent Legacy (2022) de Le Pladec sería, por lo tanto, contemplar un intercambio de material(idad)es encarnadas que trae cada cuerpo consigo a escena. La obra propone esta interacción mediante dos estilos procedentes de genealogías muy diferentes como son la danza contemporánea (en su manifestación centroeuropea) y una danza urbana llamada krump, que nació en Los Ángeles a finales de los años 90.
Ese diálogo entre dos estilos es un gesto de desjerarquización, ya que propone desmoronar la separación artificial que las narrativas de historia de la danza han generado con términos como ‘alta’ y ‘baja’ cultura, de esta manera imponiendo una higienización.
En realidad, la convivencia entre las formas más academizadas de danza, la cultura popular y los bailes sociales atraviesa por completo a la danza desde el desarrollo del ballet hasta la actualidad. Las músicas negras como el jazz, junto a los bailes sociales como ragtime o charleston, influyeron de manera significativa en las expresiones modernistas de la danza. El trabajo colectivo que caracteriza la danza postmoderna estadounidense de los años 60 (y sus posteriores manifestaciones de la nueva danza europea), proviene de las prácticas africanas y afrodiasporicas de la danza. Además, ponían en valor la comunidad y ayudaban así a cuestionar la importancia de artistas individuales en la tradición artística occidental.
Las danzas urbanas nacen de esa colectividad y están estrechamente conectadas a escenarios sociales, espacios autogestionados o medios virtuales. Los diferentes tipos de jams, showcases y battles son lugares de intercambio, exhibición y competición más allá de las estructuras institucionales, son ejemplos de como las danzas buscan expandirse y desarrollar comunidades o crews (que pueden llegar a tener la importancia de una familia). La danza es una oportunidad de divertirse, pero también de compartir afectos y experiencias a nivel corporal.
Desde esta mirada, los procesos de aprendizaje, fusión e influencia cobran un valor inmenso en cuanto a una oportunidad de apertura y transformación.
El mismo tipo de gesto dialogante que propone Le Pladec en Silent Legacy ha estado presente por ejemplo en Los Esqueiters (2017) de los actores-dramaturgos Nao Albet y Marcel Borràs, donde realizan un encuentro entre skaters de la plaza del Macba y filósofos renacentistas, para reflexionar sobre la libertad. O en Skatepark (2023) de la coreógrafa danesa Mette Ingvartsen, que fusiona los conocimientos de bailarines y skaters. En la obra se investiga el skate como una forma coreográfica de escribir la ciudad, así ampliando mirada dancística sobre el espacio urbano y reivindicando el espacio público.
Uno de los intérpretes y también coreógrafo de Silent Legacy, Jr Maddripp, describe el krump como una expresión contemporánea dentro de las danzas urbanas o el street, donde lo central es exprimir la energía del cuerpo de manera extrema, incluso pasional y violenta, hasta el punto de que todo el cuerpo — pero especialmente el torso y visiblemente el rostro — queda completamente inmerso, incluso desfigurado, por la expresión.
Pero, aunque Jr Maddripp es una figura central y un innovador del krump en la actualidad (a destacar sus colaboraciones con el Cirque du Soleil o Cirque Éloize), en esta obra asiste a una de sus protagonistas, a la montrealesa Adeline Kerry Cruz, una prodigia del krump de 10 años. Jr Maddripp es un eslabón en una cadena de transmisión corporal, de carácter oral, como es la danza, donde el movimiento pasa de cuerpo a cuerpo. Sus sistemas de transmisión son entrepersonales, son redes activadas por personas concretas que generan núcleos geográficos activos.
En Silent Legacy el cuerpo se convierte en una concentración efímera de distintos cuerpos que fluyen: cuerpos callejeros respirando el ruido del tráfico, cuerpos de videoclip exhibiendo su caminar estilizado. Las performers movilizan el espacio escénico con una colección de corporealidades donde se avivan los rastros de otros cuerpos que les transmitieron sus movimientos. La investigadora Stephanie L. Batiste acentúa como una característica del krump su manera compleja de encarnar la relación entre el cuerpo, uno mismo y la comunidad; experiencias y memorias sobre hogar y ciudad, que contrastan con los discursos de violencia o alienación urbana habitualmente relacionados con el krump.
Son identidades situadas, efímeras, que repiensan los afectos de pertenecer a un lugar, y donde la danza ofrece un médium para expresar y desarrollar esas identidades: encarnar una yuxtaposición de experiencias y conocimientos que disparan sus matices en las danzas. Confeccionan un espacio de transmisión para que en ella fluyan — y confluyan — las múltiples herencias visibles pero también silenciosas de los cuerpos que entran y salen.
En Silent Legacy el habla de los cuerpos es por momentos altamente singular, luego compartido en el unísono que encarnara una única voz, y en otros instantes tejiendo una red compleja de disonancias y preguntas. Hablan con la rabia y el sudor, gritan con la carne tremulante o susurran desde un pulso interno apenas visible. A pesar de una diferencia muy acentuada de sus tamaños o edades, los cuerpos comparten gestos de una precisión vertiginosa que reafirman su entendimiento milimétrico a nivel de cuerpo.
En Silent Legacy la transmisión se fusiona con la imitación, la competencia y la singularidad no solo entre la krumper Adeline Kerry Cruz y su mentor Jr Maddripp, sino también con la bailarina de danza contemporánea Audrey Merilus, formada en la escuela P.A.R.T.S. por Anne Teresa de Keersmaeker y por este motivo, tal vez, portadora de unos referentes más matemáticos y formalistas de danza que se apoyan en una unión intelectual de música y movimiento. Como nos recuerda Bojana Kunst, los cuerpos más académicos de danza se caracterizan tradicionalmente por su insonoridad, son cuerpos inaudibles que luchan de manera extrema con la gravedad, pero paradójicamente sometiéndose al silencio: a una ausencia de la voz. Por eso, los llamamientos que realiza Merilus evidencian que su cuerpo no está envuelto en una obediencia silenciosa, sino que empuja los límites corporales con lanzamientos de voces.
¿Cuándo habla el cuerpo, y cuándo, en cambio, emitimos una voz aprendida — o transmitida — de alguna herencia dancística, instalada en nosotros?
Cada intérprete decide en un presente vivido cómo transformar sus referentes en movimiento, gesto, composición. Conocimientos somáticos, texturas de movimiento… ¿Qué percibimos como coreografía compleja, como movimiento elaborado, como intelecto corporal?
Maud Le Pladec propone un sistema complejo de lenguajes, autorías y aportaciones coreográficas, un tejido de diálogos entre corporealidades, que ocurre simultáneamente a varios niveles. Silent Legacy reclama el valor del intérprete, cuestionando profundamente su posición como una ‘herramienta’ neutral a servicio del trabajo coreográfico, y, en cambio, percibiéndolo como un co-creador cuyo cuerpo es el contenido de la obra.
Riikka Laakso
BIBLIOGRAFÍA:
– Batiste, Stephanie L. (2014). “Affective Moves: Violence, Space, and the Body in RIZE’s krump dancing”. En Melissa Blanco Borelli (Ed.), The Oxford Handbook of Dance and the Popular Screen (pp. 199-224). Oxford University Press.
– Dodds, Sherril. (2011). Dancing on the Canon: Embodiments of Value in Popular Dance. Palgrave Macmillan.
– Kunst, Bojana. (2009/2019) “La veu del cos-que-dansa”, Pausa 41. (enlace)
– LaChapelle, David. (Director). (2005). Rize. [Documental]. Liongate.
LINKS DE VIDEO:
– Una breve presentación de trabajos coreográficos de Maud Le Pladec (2009-2019):
– Maud Le Pladec: Moto-cross (2017) (enlace)
– Jr Maddripp: “Le KRUMP c’est de la passion à un très haut niveau”, 14.11.2022 (enlace)
– Maud Le Pladec: ” La danse est par nature musicale”(enlace)
– Maud Le Pladec et Jr Maddripp, “Silent Legacy”, conférence de presse, 18.07.2022 (enlace)
– Rize (2005) por David LaChapelle, documental, trailer:
– Rize Dancing Condensed:
– Mette Ingvartsen, Skatepark (2023), Teaser:
– Nao Albet & Marcel Borràs, Los esqueiters (2017) (enlace)
LINKS DE INTERÉS:
– Transmissions – conferencia bailada sobre danzas urbanas (enlace)