“How do you know you aren’t improvising?”
Steve Paxton
Cuando decimos improvisación podemos estar refiriéndonos a sucesos muy diversos. En ese sentido creemos necesario aceptar que la palabra tiene actualmente acepciones ambiguas. A nuestro entender, muchas veces, el valor y el poder de la improvisación, particularmente la escénica, se encuentra mal interpretado e incluso invisibilizado.
En SLMFV se producen piezas escénicas de composición instantánea. La composición instantánea es para nosotras una destreza, tan necesaria de aprender como las matemáticas, la química o la historia. Y la improvisación escénica (escénica porque incluye necesariamente a un público en vivo) es un campo de trabajo tan específico y técnico como cualquier otro. Es una práctica reflexiva que incluso podría utilizarse como material de estudio sociológico y antropológico.
Improvisar es el acto y el estudio del estar siendo presente. Componer instantáneamente conlleva la intención de crear algo en ese tiempo presente. De bailar, no “a tiempo”, sino en el tiempo presente.
Subirse a un escenario sin guión, coreografía ni “ensayo” previo, supone una responsabilidad inusual para el actor o el bailarín: la de su propia emancipación creativa. Componer una pieza desde este paradigma implica un acto de entrega, de escucha, de voluntad y de valentía.
Improvisar es el acto de ser intérprete, compositor y co-director de una pieza de manera simultánea e inmediata. Implica asumir la naturaleza sensible y afectiva de todo aquello que está vivo en escena. Implica la posibilidad de alterar, construir y deconstruir cualquier orden establecido instantáneamente, una y otra vez, y cuantas veces se considere necesario. Implica sostener, técnica y humanamente, personal y colectivamente, el caudal de movimiento y de sentido que produce cada decisión tomada. Implica resistir.
“ Así pues, toda resistencia, y toda resistencia a la actualidad, entraña una esperanza, de un término conocido o casi inexpresable. En ambos casos se es resistente y se espera que la resistencia no sea en vano, aunque el éxito no tenga por que medirse forzosamente con los parámetros usuales. Tal vez la derrota sea definitiva o lo parezca; sin embargo, el hecho de mantener encendida la llama tiene sentido. El resistente sabe que, pase lo que pase, su acción no es absurda y estéril. “ Josep Maria Esquirol
Nuestro terreno es, por lo tanto, vertiginoso e impredecible. Más aún, cuando en el escenario intervienen en igual proporción lxs actores/bailarines, lxs técniques, lxs productores y lxs directores desde lógicas espacio-temporales diversas. Y más aún: improvisar escénicamente implica exponer esa escena – siempre tan frágil y poderosa- a los ojos de “otres”; cómplices periféricos y fundamentales para el suceso escénico.
La composición instantánea es el único territorio en donde el performer y el público saben realmente lo mismo acerca de lo que está a punto de acontecer: nada. Es por eso que no hay otra opción, como compositores e improvisadores, que hacernos expertos de y en el tiempo presente. Hace falta honestidad, inteligencia, discernimiento, generosidad y un alto contenido de confianza para participar, en cualquiera de sus roles, de una composición instantánea.
No se improvisa “con los ojos cerrados”, se improvisa mirando el mundo que está viviendo y del que somos, conscientes o no, interventores y creadores.
Si los martes fueran viernes