¿Qué veremos en el Mercat que no hayamos visto en el Grec?
La condensación de la energía se adentra ahora mejor en su fondo que en su marco, el Grec nos proporcionaba unas dimensiones específicas que nos obligaba a jugar con su tridimensionalidad y su profundidad, quedando siempre la pieza enmarcada por la propia belleza del lugar. Una vez liberada la pieza de aquel entorno hemos podido recoger más todos los elementos y centrarnos en la propia esencia del tema y la relación de sus elementos intrínsecos sin condicionarnos por el topos. Es un teatro cerrado donde la naturaleza de la pieza alcanza su verdadero foco.
El lenguaje coreográfico se cristaliza y se madura, pudiendo cada vez más ser los intérpretes quienes llevan las riendas del control total de su entorno, sin distancias y sin interferencias.
El apartado musical ha evolucionado, se ha matizado su carácter sacro en la primera parte y su carácter preciosista en la segunda.
La línea dramatúrgica deja de lado algunos pasajes bíblicos para centrarse en la propia imagen y la acción, despojándose de referencias visibles y literarias, menos texto y más rito.
Era inevitable y necesario pensar en la relación de Voronia y el Teatre Grec, fue un ejercicio de conjunción espacial. De nuevo con el trabajo en el estudio y pensando ahora en su representación en un espacio convencional nos podemos volver a centrar en cuál fue nuestra verdadera voluntad, cuáles eran los valores y los pasajes por los que debía atravesar la pieza y qué era la mínimo que necesita para hacerlo.
Voronia se encuentra en ese grado de madurez de cuando las cosas reposan y se asientan, de cuando todos sus elementos formales y de fondo pasan a ser un todo uniforme, siempre con la finalidad de colocarnos delante de las cuestiones que nos llevan a reflexionar sobre nuestra relación con el mal.
¿Por qué ha querido hablar del Mal? ¿Cómo se habla del Mal a través de la Danza?
El teatro siempre ha sido plantear un debate, entendido desde muchos ángulos, ya los griegos nos dejaron ese legado, lugar donde debatir sobre las grandes preguntas universales, hablar del mal nos parece un buen motor para poner en marcha el imaginario. Escoger un tema que nos sirve como pretexto para hacernos preguntas, preguntas que puedan generar opiniones, que puedan generar cambios, necesitamos ir cambiando, esto es intrínseco a la vida, cuando más grande es el valor o concepto que abarcas más preguntas te planteas, más amplificación de la idea y su desarrollo, pero también más responsabilidad.
Hacer un espectáculo de danza en el 2016 es complicado después de todo lo que se ha hecho, después de todas las puertas que se han abierto, desde la modernidad ya se nos preparó para estar abiertos a nuevos caminos, abierto para cambiar, abiertos para reinterpretar la tradición, y para ello poder derribar las barreras que separan un arte de otro.
El objetivo del trabajo de La Veronal es precisamente ese, dejar de entender la escena de una manera literal, apoyarse en un tema y estar abiertos a disponer de tanto como sea necesario para llegar a la idea. Desde una imagen estática, donde el movimiento fluye en su fondo y en el que observa, como en la danza más estricta.
La danza, como el teatro, es una donación y no un regalo, una donación es más bien un problema porque tienes que hacer algo con eso, no te lo puedes quedar y ya está, necesita del que está ahí sentado mirando, esta relación nunca es sencilla, no se rige por una fórmula, es nuestra responsabilidad.
En cuanto a los aspectos formales seguimos con la voluntad de transformar el odio en algo bello, lo oscuro en belleza, el mal en algo cercano. Componer con lo oscuro para conseguir luz porque las grandes emociones muchas veces provienen de lo inexplicable, de territorios oscuros, poco claros.
Escogimos el mal porque el mundo de hoy nos lo pone muy fácil para hablar de él, de alguna manera se nos imponen los temas que queremos tratar. En Siena fue el humanismo, en Rusia el miedo, en Nippon-Koku el poder…
Después de todo pensamos que en Voronia podíamos organizar el caos del mundo que se nos presenta con una profunda convicción de que es necesario hablar del mal usando la religión como acompañante para abordar un tema tan amplio como complejo. La religión ha sido la encargada de separar el bien del mal y definir este último como la ausencia del bien. Las peores matanzas de la historia siempre se han hecho en nombre de alguna “pureza” de la raza, de la moral, de la religión… Todas las peores matanzas, todo el mal “puro” de la historia, ha sido siempre una consecuencia del Bien. La humanidad se inventa a un Dios como el mejor pretexto o la mejor excusa para hacer el mal. ¿Dónde nace? ¿A quién afecta? ¿Dónde está el infierno?…El poder de las religiones es consolarnos del mal que es existir, curarnos del pánico que da vivir. Y ver poco a poco que la máscara de la religión se va cayendo para revelar de qué sustancia infernal está hecha la normalidad de la vida. El infierno no está al fin y al cabo tan lejos. El infierno está aquí.
LA VERONAL presenta Voronia del 3 al 6 de marzo en el Mercat de les Flors