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‘Entrevista a Daniel Abreu’, por Jordi Ribot

‘Entrevista a Daniel Abreu’, por Jordi Ribot

Me doy cita con Daniel Abreu online, conectando ‘su’ Madrid con ‘mi’ Ámsterdam para conversar sobre su modus operandi como coreógrafo, su trayectoria y sobre El Hijo, que se presenta en El Mercat de les Flors del 21 al 23 de octubre. Antes de empezar me disculpo ya que, al ser una entrevista informativa para quién no conozca demasiado su obra, me da reparo caer en preguntas que le puedan resultar tediosas o repetidas.

 Daniel Abreu: No te preocupes. Eso sí, te digo que la única pregunta que odio que me hagan es “que es para ti la danza contemporánea”.

Jordi Ribot: Mira, precisamente doy un curso que gira alrededor de esa misma pregunta, y dura un semestre entero. Hacemos de todo menos buscar una respuesta cerrada, así que imagínate…

D.A: ¡Pues, perdona si no me apunto! (se ríe). Otras preguntas que también me ponen nervioso: “Cómo ves la situación de la danza contemporánea en España”, y “qué quieres que se lleve el público en tus obras”.

J.R. Perfecto, pues intentaré no meterme por esos lares. Para empezar, lo primero que creo que es particular mencionar es tu interés y tu formación en el ámbito de la psicología, en paralelo a la danza.

D.A: Mi fascinación por el ámbito de lo simbólico y por cómo las sociedades han ido imprimiendo un valor determinado sobre determinadas imágenes ya estaba presente en mis obras desde siempre, aunque quizás de un modo más inconsciente. Luego, cuando me formé en psicología, observé como había muchos elementos simbólicos que podían hacer referencia, también, a conductas o a la gestualidad que se trabajan en ese ámbito. En las últimas obras, como en El Hijo o La Desnudez, ese relacionar uno con otro está mucho más patente.

J.R: Leía en tu web que en ese sentido hablas de un simbolismo poético deliberado…

D.A: Sí, y es importante puntualizar que ese simbolismo es siempre presentado de forma bastante abierta. No soy nada narrativo en el sentido literal, no me interesa una relación en la que ‘eso significa aquello’. Ahora bien, si aparece la figura de un ciervo en escena, por ejemplo, para mí puede vincularse a múltiples significados. Primero, hay un simbolismo mágico, un anclaje en lo sagrado que todo el mundo puede entender, pero también un vínculo con la profundidad del bosque, un ciervo también se puede relacionar con el alimento, la fragilidad… y al mismo tiempo su cornamenta puede resultar agresiva.

J.R: Escucho dos direcciones y, a primera vista, una suerte de tensión. Por un lado, lo aparentemente cerrado de un símbolo – que se lee en sentido cultural, algo que ‘todo el mundo puede entender’ – y por otro la búsqueda de la apertura, la no-linealidad narrativa. En toda danza hay implícita una gestión del espacio que existe entre signo y referente, entre gesto en movimiento y lo que ese gesto encarnado pueda significar para cada uno… supongo que lo que quiero preguntarte es cuan concreto es ese ciervo, y cómo consigues mantener la narrativa lineal a raya al navegar ese espacio.

D.A: En mis obras presento letras de un abecedario en desorden. Siempre trabajo por escenas, pero la conexión entre ellas va por arriba y nunca sigue el orden de causa-consecuencia de un A-B-C. Igual la primera escena está relacionada con la cuarta, la segunda con la quinta, y esa a su vez con la tercera… Estas conexiones las genero a nivel dramatúrgico y también a nivel espacial o de iluminación, así es como mantengo a raya lo linear. Es más: para mí esas conexiones entre escenas se convierten en capas superpuestas de un solo paisaje, texturas, algo que da profundidad.

J.R: Relacionarlo con un paisaje también implica una determinada forma de mirar, un observar igual más reposado… es un poco esto a lo que te refieres?

D.A: Otra forma de definirlo es decir que las obras hacen lo que quiero cuando son hipnóticas. Hipnóticas en el sentido que tu las puedes ver sin necesidad de preguntarte todo el rato qué significa qué. Pero al mismo tiempo soy consciente que todos tenemos nuestra vida, nuestro bagaje y nuestra manera de comprender el mundo, y que hay determinados elementos o símbolos reconocibles que van a marcar todo lo demás.

Por ejemplo, La Desnudez giraba en torno del malquerer dentro de una pareja. Si esta obra hubiera empezado con una figura masculina ejerciendo un comportamiento agresivo hacia una figura femenina, probablemente se leería inmediatamente como un alegato machista o una referencia a la violencia de género. Y yo quiero ir siempre más allá. Para mi es importante evitar esas lecturas demasiado literales. El orden de las escenas me permite delimitar qué es lo que el espectador va a leer, eso es super importante para mi.

 J.R: ¿Me podrías dar otro ejemplo?

D.A: En El Hijo la primera imagen es una que muchos podrán vincular con algo místico o sagrado, con Jesucristo, con ese ‘primer hijo’. Soy consciente de esa lectura simbólica, aunque en realidad para mí también haya, ya ahí, un trabajo físico sobre la noción del equilibrio que se abre a otras lecturas. Eso sí: queda claro de entrada que en todo caso no voy a hablar de mi relación con mis padres, sino de un ‘todos como hijos’ que parte de lo mágico o lo espiritual. Más adelante, al ver dos palos, en relación a ese tema y dentro de ese marco que se va construyendo muchos verán una referencia al ‘de tal palo, tal astilla’… y así todo el rato. Son composiciones simbólicas muy abiertas, a las que llego después de darles la vuelta de mil formas distintas. No sé si te estoy respondiendo.

 J.R: Sí, sin duda. Hay un trabajo dramatúrgico que te permite evitar la anécdota sin renunciar a lo reconocible del símbolo, y a la vez invita ese mirar hipnòtico, como tu dices…

D.A: Si, y eso también se consigue en mis obras jugando con lo no previsible a nivel espacial. Es otra capa: determinando solo a nivel espacial por qué líneas y donde se produce el movimiento ya hago que el espectador tenga que mover su foco para ir entrando en eso, como quien dice casi sin querer. Eso no significa que lo consiga.

J.R: Pero sí que nos dice algo de tu intención poética… y eso me lleva a algo que te leí en otra entrevista con Mercedes L. Caballero: que te dejas sentir, que dialogas con tus piezas en el proceso de creación. ¿Quiere eso decir que entras en tus piezas dejándote llevar por algo que ni tan siquiera tú puedes entender en el momento?

D.A: Para mi, en el proceso de creación suceden muchas cosas. Hay como se siente uno y como me voy relacionando con el equipo, o con las ideas… y también con mi día a día. Todo esto está inevitablemente dentro de cada obra. Una obra mal encajada también habla de un proceso difícil. Pero, además de eso, cuando hablo de ‘dejarme sentir’ quiero decir que al observar lo que sucede en el estudio durante el proceso de creación lo hago siempre con una mirada borrosa, focalizando más allá del gesto concreto – por más que al final todo acabe siendo muy preciso. Voy percibiendo lo que se mueve alrededor, cuáles son los vacíos. Es un poco contradictorio, pero mientras tengo mi intención clara, a la vez creo que estoy al servicio de algo mayor, y que no soy yo quien está dictando aquello.

J.R: Me hablabas de tu relación con el equipo. Por lo que respecta a quien trabaja contigo: subís todos al mismo barco?

D.A: Recuerdo una vez que Lipi Hernández me dijo ‘trabajar contigo es un acto de fe’, porque nadie sabe realmente qué está pasando, ni por qué pido las cosas… pero es que ¡yo tampoco lo sé! Yo siempre invito a la gente diciendo: ‘Vamos a irnos de excursión, no sabemos adonde vamos, el coche lo conduzco yo, y tenemos que llegar todos al mismo sitio’. Yo al equipo lo que más le pido es que confíe. Esto no quiere decir que no acepte aportaciones o propuestas para cambiar de rumbo, que alguien me diga: ‘Oye, vamos a la derecha’, y yo dar volantazo, por supuesto que sí. Pero a la vez reconozco que esta forma de crear no permite muchas voces ni mucho ruido. No me gusta la charla dentro del proceso, porque creo que las obras se van revelando desde lo visual, lo físico.

J.R: La charla entre vosotros no permite ese otro diálogo…

D.A: Si, el diálogo con la obra es eso. Yo hago preguntas calladamente, y se trata de esperar una respuesta.

J.R: Si me permites apretarte un poco más en esta dirección, entiendo entonces que el médium, el facilitador en esa conversación metafísica, siempre eres tú?

D.A: No, no necesariamente. Ese ser, esa presencia de la que hablo, se canaliza a través de todos los presentes. Yo requiero de los bailarines un compromiso en ese sentido. Si no, no funciona… Lo que sí que pasa a través de mí es la intuición, que es mía. Esa capacidad de observar o percibir que tenemos todos, y que se puede entrenar. Yo estoy conectado con mi intuición todo el rato, pero al mismo tiempo es necesario que todo el mundo esté comprometido con lo mismo. Y no es fácil, y hay gente que lo lleva bastante mal.

J.R: Hablando de colaboradores, y ahora ya centrándonos en El Hijo, vi que Janet Novás, otro nombre consolidado del panorama coreográfico español, te acompañó en este caso como asistenta de dirección. Tenía curiosidad por saber un poco más de vuestra historia en común, ¿Cómo fue vuestra colaboración en esta pieza?

D.A: Janet y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, bailamos juntos en Provisonal Danza, y hemos ido desarrollando una amistad muy cercana. Es alguien que entiende mis procesos, y aunque nuestros caminos coreográficos sean distintos creo que trabajamos desde el mismo sitio. Janet tiene una capacidad enorme de entender lo que significa acompañar un proceso, está al servicio de lo que sucede. Es una mujer que, primero, me conoce, sabe cómo trabajo, y además sabe a dónde estoy conectando. Sabe dónde se mete.

J.R: Antes me has apuntado ya que El Hijo no trata de abordar tu ‘yo como hijo’, sino que parte de algo más místico o espiritual. ¿Qué otras lecturas se esconden detrás de ese ‘primer hijo’?

D.A: Antes de El Hijo había hecho otras obras que, un poco como en la terapia sistémica, se relacionaban con aspectos familiares: la pareja en La Desnudez y los ancestros en Abisal. Y me fui dando cuenta que me faltaba algo en esa línea: hablar del futuro. Muy bien todo lo que pasó, pero ¿qué pasa con lo que viene? ¿hacia dónde va?

La idea de El Hijo venía un poco de ahí, y en ella se construye una figura humana que, jugando mucho con la luz, da la idea que somos todos proyecciones de algo. Proyecciones en sentido dual: yo soy una proyección de algo que fue, y a la vez sigo proyectando hacia adelante. Esto también va de la luz, un tema que seguirá muy presente en proyectos que vendrán..

 J.R: ¿Luz como símbolo de esa proyección hacia adelante?

D.A: Sí, pero también de la luz material, la luz como materia y como motivo. Como ves siempre que uso una palabra hay una intención de abarcar todos los posibles. Porque hablar de luz implica, también, hablar de oscuridad…

J.R: Puestos a hablar de palabras y de abarcar sus distintas facetas… Un hijo no es lo mismo que un niño.

D.A: No, para nada, es distinto. El niño es el futuro en desarrollo, alguien que está aprendiendo, es una figura más anclada en el aquí y el ahora. Pero el hijo es aquello en lo que volcamos lo anterior y es lo que proyectamos hacia adelante.

J.R: Y has titulado la obra ‘El Hijo’, en masculino… 

D.A: Sí, pero en mis trabajos el género no importa. El lenguaje hoy día está tomando una dirección mucho más identitaria, pero yo no estoy dentro de esa revolución.

J.R: Vale, y ya para terminar. Llevas sesenta obras a tus espaldas, un largo recorrido. Si lo tuvieras que dibujar, ¿cómo sería el trazo?

D.A: Creo que al comienzo las obras tenían más frescura, en el sentido que tenían más humor, algo más iluminante. De ahí pasé a una parte igual más depresiva, una curva más profunda hacia un lugar que no entendía mucho y que marca un seguido de obras que igual son más oscuras… y ahora hay un cambio de rumbo otra vez. Después de esta fase en la que me he centrado en la familia o los sistemas, en el pequeño grupo, ahora me estoy dejando llevar a otro sitio, menos denso y más coreográfico, más físico. Cuanto más viejo, más bailarín. Disfruto más, también como espectador, de cosas cercanas y fáciles de ver que con cierto tipo de vanguardia con la que no conecto. Pero bueno, no lo sé, lo bonito de estar siempre en contacto con ese ‘algo mayor’ es que no sabes muy bien como se revela… siempre te sorprende.

Jordi Ribot Thunnissen

DANIEL ABREU presenta al Mercat de les Flors ‘El hijo’, del 21 al 23 d’octubre de 2022

Bibliografia/Linkografia:

Web de la companyia: http://danielabreu.com/

Mercedes L. Caballero (unblogdedanza): https://unblogdedanza.com/daniel-abreu-me-interesa-el-movimiento-y-a-partir-de-ahi-lo-que-se-pueda-contar/

unblogdedanza.tv : https://unblogdedanza.com/unblogdedanza-tv-daniel-abreu/

Daniel Abreu en primera persona: “hola soy coreografo”. https://unblogdedanza.com/hola-soy-coreografo-daniel-abreu/

Mercedes L. Caballero (Revista Godot): https://www.revistagodot.com/entrevista-a-daniel-abreu-por-el-estreno-de-el-arco/

Crítica ARCO (obra posterior a El Hijo): https://unblogdedanza.com/la-curvatura-de-la-luz/