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‘La interfaz humana’, por Roberto Fratini

‘La interfaz humana’, por Roberto Fratini

If I cant’ dance to it, it’s not my revolution.
Emma Goldman

Qué fábula fue aquello. Bailábamos sin conocer los pasos
Graffiti anárquico en un muro del Politécnico de Atenas

Desde GRIP, el colectivo de creación que comparte con Cherish Menzo y Steven Michel, Jan Martens ha entrenado la destreza paradójica de convertir los pequeños formatos del dúo o del solo en aventuras de envergadura monumental; y la agilidad poética de no considerar el teatro documental incompatible a priori con el registro lírico. Criado en el electrizante ecosistema de la danza neerlandesa,  y a raíz de fuertes sacudidas del formato como Ode to the Attempt (2014), Dialogue: Bis + La bête (2012-2013), ya se le considera un virtuoso de la coreografía testimonial – de la coreografía, para entendernos, que es capaz de formular diagnósticos brutales y empáticos sobre el estado de cosas en el que hemos elegido vivir, o del resultado de nuestro esfuerzo conjunto por cargarnos al mundo  (destruyéndolo o decostruyéndolo): un muladar de existencias virtuales, puntuaciones someras y cinismo tweet.  Así pues, el belga la emprende gozosamente a hachazos contra el procesamiento rápido de la información, contra la simplificación internáutica del mundo, contra el creciente déficit de atención intelectual, social, moral, emocional. A las adicciones y derivas del ciber-contacto y de la ciber-socialización estaba de hecho dedicado, para quienes aún lo recuerdan, su desenfadado primer solo (I Can Ride a Horse Whilst Juggling So Marry Me, 2010). La respuesta de Martens a esta orgía de formateo es reinventar cada vez la manera de comunicarse con el público. Los gestos, por su sutileza, su complejidad – por qué no, su oscuridad – aún pueden oponer a la marea de las comunicaciones formateadas algo así como un idiolecto, lento y frenético, de Eros (Martens es de los pocos artistas que no tienen complejos en declararse autores de love duets); tratada así, como medio sin fin, enclave de actos de comunicación siempre inacabados, la danza puede en suma vocalizar el discurso, danzar la requisitoria, gesticular el oratorio. Se trata por un lado de hablar las cosas por su nombre (lo que constituye la capa documental y oratoria de las piezas), o de buscar para el grito de los intérpretes un refugio en la voz de quienes su voz la alzaron contra los males de la historia (Passing the Bechtel Test – 2018 -); por otro de otorgar al gesto las competencias retóricas y metadiscursivas (lostmovements, 2019), las sutilezas de modulación, seducción y encarnación propias de un órgano de fonación. Esta acústica muscular – una Stimmung del cuerpo – hace resonar todos los códigos, patrones y estructuras (musicales, memoriales, ideológicas y emocionales) que está procesando: los traslada a una interfaz humana y humanamente compleja, contra la costumbre cibersocial de conectar, interactuar y traducirse en una interfaz simplificada, que es también invariablemente simplista e insincera. De esto iba, en las “citas a ciegas” de Common People – a series of 24 encounters between people who have never met – (2016), el contraste entre la identidad digital de los no profesionales involucrados, descuadernada sin pudor por las pantallas, y la extraordinaria, íntima delicadeza de sus dates en el espacio físico de la escena. De esto va Elizabeth Gets Her Way (2021), el retrato danzado en 7 partes donde el cuerpo de Jan Martens, como un clave bien temperado, suda el revival pasional y documental de Elisabeth Chojnacka – la instrumentista prodigiosa que revivió a su vez un instrumento “datado” como el clavecín reviviéndose en él, traduciéndose vistosamente y sin complejos, engalanándose en la matemática de la música, haciendo del instrumento y de la inteligencia instrumental su propia interfaz, su parure, su arma de guerra: escuchándose, conociéndose en la filigrana punzante de cada nota; e inspirando toda una generación de compositores (Xenakis, Berio, Nyman entre otros) a redescubrir ese sonido.  Así pues, Elisabeth Gets Her Way oscila (un poco como ciertos trabajos de François Chaignaud), entre teatro-documento y posesión, entre la exactitud documental y el brillo del azufre. Es mucho más que un ejercicio “eurítmico” de lectura muscular de la música: la traducción de Martens no es analógica (porque su cuerpo no es simplemente un metrónomo). Es más bien un esfuerzo convulso por vehicular el carisma invisible de la música y la ejemplaridad intraducible de una trayectoria vital, adoptando un lenguaje cinético capaz de actualizaciones, de intuiciones fulgurantes (como la secuencia de clubbing en el que el coreógrafo inscribe la estructura matemática del anónimo del siglo XVI Uppon La Mi Re). Se trata de remar contra la corriente del olvido. O de cumplir el evangelio queer: ser sonadamente uno mismo, siendo contemporáneamente el documento vivo (y a veces el monumento) de una harmonía inasible, variable, a veces monstruosa.

Cuando no efectúa descensos monumentales al minimalismo de los pequeños formatos, el multiverso poético de Jan Martens desemboca en el maximalismo de aventura grupales intencionalmente drásticas: frenéticas sesiones colectivas de Gym Tonic (como The Dog Days are Over ,2014) y vibrantes letanías corales (como Passing the Bechdel Test, 2018). En muchos aspectos la reciente Any attempt will end in crushed bodies and shattered bones constituye su primera incursión por todo lo alto en la complejidad del “gran formato”. No es casual que contara con los recursos de La danse en grande forme, un proyecto europeo dirigido al fomento de la coreografía de grandes números (a partir de 10 intérpretes). Plasmar obras multitudinaria se ha convertido, en los últimos años, en una especie de respuesta política a la hegemonía fatal de los formatos austeros, de las coreografías de bolsillos, de los solos y dúos – de todos los gestos poético prudentemente concebidos para colarse con menos resistencia en las mallas asfícticas del mercado -.

Pero Any attempt es mucho más que esto: es la síntesis de una labor poética a dos bandas, hecha de singularidad molecular y de coralidad molar. Sobre una escena desnuda, surcadas asimétricamente por líneas blancas, como en una cuadrícula irregular – de hecho, una Red – escenifica la resistencia de cada uno a los decálogos y formats de la socialidad vigente. Lo hace compaginando una composición poderosamente geométrica (incluso hipnótica en el despliegue de las herramientas orquésticas), con un modo de presencia individual y una morfología gestual totalmente “anamórficos”: el tema es, de nuevo y siempre, la reticencia innata del sujeto a encajar en el baremo de la red. La vivencia de la irregularidad como gesto glorioso de protagonismo o como gesto vergonzoso de inadaptación: vestimenta roja, sambenito, estigma, bandera personal, revolución particular. ¿Qué es finalmente Any attempt?  Un Sacre du Printemps adaptado a la era socialweb. Si el Sacre original escenificaba tormentosamente el sacrificio de una elegida a la religión, creencia y demencia de la horda, la nueva Consagración hace de todos, sin excepciones, los portadores de túnica roja, las víctimas, los héroes, las cobayas, los verdugos, los insumisos, las pasionarias del gran laboratorio de conformismo y barbarie que es la sociedad hiperconectada.  A ratos recordará una especie de sistema solar cuyos planetas, aun esgrimiendo propiedades físicas, masas y edades cósmicas muy diversas, obedecen a una única norma gravitacional, enredados, todos ellos, en una misma física de atracciones, repulsiones, revoluciones, catástrofes, explosiones. En este aspecto Any attempt parece reinterpretar con otra complejidad los dinamismos espirales, las marchas hipnóticas, los modelos de pululación o dionisismo coral que han sido la manera espontánea para mucha coreografía reciente de retratar una posmodernidad tan desorganizada, tan abarrotada – y a la vez tan obsesionada por fantasmas identitarios y autoficciones de toda calaña -.  Es como si una mano irreverente vertiera en los moldes de Keersamaeker la lava, las intemperies y turbulencias de Sharon Fridman, de Olivier Dubois, de Hofesh Schechter, de Jesús Rubio Gamo. El resultado es una síntesis coreográfica, una ética ordine geometrico demonstrata de los movimientos ciegos, de las pasmosas “mociones de desorden”, que han conformado la última oleada de convulsiones, protestas, grupos de presión y primaveras colectivas (Youth for Climate, Black Lives Matter, Gîlets Jaunes, etc.). Any attempt es la interfaz que permite leer las fuerzas irracionales y razones encriptadas de todo aquello que aún es capaz de levantarnos, de hacernos saltar (“spring”, el título del libro de Ali Smith significa también esto). Más allá de la poética asamblearia y progre, más allá de Judith Butler, directamente en las poéticas de levantamiento analizadas por Georges Didi-Huberman. ¿Acaso el título, “todo intento acabará en cuerpos aplastados y huesos rotos”, no fue la respuesta del presidente chino Xi Jinping a las sublevaciones colectivas de Hong Kong?   Ahora bien, precisamente porque la historia de la danza y de la gestualidad ha sido una epopeya de singularidades y revoluciones, Any attempt homenajea el cuerpo en revuelta de cada uno reinscribiendo con piedad e ironía la tormenta de estilos del último siglo en la lógica atemporal de un universo, de un cosmos, que es a la vez la estructura sin Historia (aunque llena de historias) de la web. Es un poco como hablar (Martens lo hizo ya en Rule of Three, 2018) de una percepción del mundo tan atomizada (por los tiempos cortos, por le temporalidad de clip de nuestros social webs) que narrar la realidad se ha vuelto una tarea imposible: solo los (ciber)espacios rizomáticos y sin historia dan cabida a las esquirlas de presente – en palabras de Martens, los “snapshots of the now” – en que nos hemos convertido; a la miríada de gestos e instantes (se puede pensar en Boris Charmatz) de la que la Red ofrecerá mil records  pero ningún recuerdo. La Jerusalén celeste de Martens es una ciudad suspendida de este tipo: un cosmos – o un caos – de fuegos que todos encienden, y que nadie apaga.

Roberto Fratini

JAN MARTENS & GRIP presenta ‘Elisabeth gets her way’ al Mercat de les Flors el 16 i 17 de març de 2022 i ‘Any attempt will end in crushed bodies and shattered bones’ el 19 i 20 de març de 2022

Links vídeo

– Extracto Anne Teresa de Keersmaeker, Rain, 2016

– Extracto François Chaignaud, Romances Inciertos, 2019

– Teaser Jesús Rubio Gamo, Gran Bolero, 2019

https://www.youtube.com/watch?v=kR0J5dHFV2Y

– Extracto Sharon Fridman, Caída Libre, 2015

– Teaser Olivier Dubois, Tragédie, 2014

– Teaser Boris Sharmatz, 10000 Gestes, 2017

– Trailer Hofesh Schechter, Political Mother, 2015

 

Bibliografía

Judit Butler, Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea, Barcelona: Paidós, 2017.

Georges DIDI-HUBERMAN, Desear desobedecer. Lo que nos levanta, 1. Vol. 1, Madrid: Abada, 2020.

Roberto FRATINI SERAFIDE, “Coropolitiche della modernità. Collettivi danzanti e comunità desideranti”, en Danza & Ricerca. Laboratorio di Studi, scritture, visioni, DAMS Bologna, n.13 (dicembre 2021).

Ali SMITH, Primavera (Cuarteto estacional 3), Madrid: Nórdica libros, 2021.