“The best way out
Is always through.”
(Robert Frost)
“Come see the real flowers
of this painful world.”
(Bashō)
Desde sus drásticos inicios, allá por los 80, (es decir en la fase candente del deterioro de la civilización que supuso esa década), Lloyd Newson dejó muy claro que no iba a ser el prototipo del “coreógrafo consensual” nacido para encaprichar a los críticos; y muy claro que su trayectoria poética se guiaría por dos principios implacables: el cometido temático de sabotear sin tregua esa cultura de la political correctness que se dedicaba, ya por entonces, a deshuesar el debate ético; y el cometido formal de sortear con firmeza todos esos ismos que empezaban, ya por entonces, a domesticar la danza occidental con atraparla en una educadísima cuadrícula de corrientes, escuelas, iglesias (o parvularios) y nuevos conformismos. Despiadadamente suyo, tampoco es de extrañar que Newson eligiera lanzarse al ruedo bajo un lema tan provocativo – y tan programático – como DV8 (léase deviate en inglés), alusión descubierta a la homosexualidad, motor poético de las primeras creaciones – a partir de My sex our dance (1986) y entorno temático de este recentísimo John (2013) –; alusión encubierta, también, a la pasión de la compañía por “desviarse” de las etiquetas y formas al uso. Incluso las lógicas de producción y gestión se vieron afectadas por la heterodoxia sustancial de Newson: sentando un precedente fecundo en la revisión de la idea de “compañía de danza” vigente, el marquio DV8 quiso designar un proyecto artístico cuyo único elemento “estable” sería, durante tres décadas, el mismísimo Lloyd Newson, y cuyo organigrama se renovaría expresa y libremente alrededor de cada creación, con tal de adaptarse a diferentes objetivos, diferentes temperaturas poéticas, diferentes desafíos físicos.
Así, mientras la danza belga irradiaba en todo el continente su credo formalista y minimalista, Newson optaba por una poética maximalista, llena de intensidad física, violencia formal y urgencia temática; mientras la Jeune Danse predicaba desde Francia una especie de alianza lúdica y estética con los valores de la alta costura, la danza de Newson se dedicaba a desnudar, cuando no a destripar los puntos dolientes y los temas candentes de la sociedad actual; mientras la vídeo-danza andaba en exquisiteces visuales, formatos reducidos y abstracciones sabuesas, Newson hacía con descaro la apuesta técnica del filme de danza como formato amplio, artesanal y condenadamente narrativo. Y sentaba otro precedente: las películas de Wim Vandekeybus, al igual que parte de su visión del mundo, reproducirían al menos en parte los protocolos casi-narrativos de las de Newson (sin ir más lejos, Erre que Erre se acogería, en España, a la misma idea de cinematografía dancística). Para hacerse una idea de la indignación del coreógrafo ante las trampas ideológicas y económicas de los “estilos” consagrados por el mercado del arte actual, es suficiente fijarse en las feroces sátiras sobre danza contemporánea (Bound to please, 1997), sobre el concepto tradicional de espectáculo (Just for Show, 1999) y sobre las paradojas de las vanguardias plásticas (Living Costs, 2003) firmadas a lo largo de dos décadas.
Si el Tanztheater, la corriente reina de la década, era pionero en promover la dialéctica entre gesto danzado y gesto vivido, Newson, cuya poética se reconoce a día de hoy como un capítulo inclasificable de la tradición del Teatro-Danza europeo, optó por desviar, pervertir, exacerbar incluso los modelos alemanes; convertir en suma el “Dance Theatre” en Physical Theatre: una fórmula escénica en la que el movimiento, más que “dialogar” con la vida y la psicología, “somatizaba” a ambas. No se trataba de poner el cuerpo a “ilustrar” un concepto o una emoción, sino de forzarlo en situaciones física y dinámicas suficientemente extremas como para que el significado de los gestos brotara con la oscura elocuencia de una convulsión, o de una compulsión. El apego que DV8 ha profesado, en los últimos años, a los cuerpos “diferentes” de todo tipo (pienso en The cost of Living de 2003 y en todo el trabajo llevado a cabo por DV8 sobre este tema entre 2000 y 2004) refleja una convicción general de que el cuerpo consiga ser verdadero solo cuando actúa desde una condición, un límite, una “discapacidad” estructural; que los únicos gestos “necesarios” son los que expresan malestares sin retorno o deseos incontrolables; Es más, si la sexualidad desempeña un rol tan troncal en la poética de la compañía, es porque no hay otra esfera vivencial en la que las somatizaciones de todo lo anímico sean tan extremas, tan paradójicas. La danza de DV8 configura en suma una verdadera etología del cuerpo deseoso: hable de lo que hable (homicidio serial, discapacidad, marginación, discriminación, odio social) está invariablemente interesada en destapar la región dinámica en la que, para bien o para mal, los conflictos animalizan al comportamiento. Es lo que tienen las necesidades extremas: se traducen en quejas muy precisas.
Así pues, si es cierto que el trabajo de DV8 expresa una poderosa carga de visceralidad, con todas sus aportaciones de hard contact (es decir de la versión conflictiva, o conflictivamente erótica, de esa improvisación de contacto que había sido, durante toda la década anterior, el suavizante favorito de la danza de pareja), es también cierto que ese trabajo no resulta nunca confuso, ni impreciso, ni aproximativo, sino todo el contrario: compagina con mano segura la fuerza muscular del mensaje y la complejidad, irónica, incluso aristocrática, de las formas. De aquí, en fin, que de una poética como la suya procedan entornos estilísticos tan divergentes como el de Jordi Cortés y Russell Maliphant (por no citar que dos de los coreógrafos “formados” en DV8), comprometido y calculadamente “sucio” el primero, suntuosamente gráfico el segundo.
Es más, el concepto de Teatro Físico, tal y como lo reformuló la praxis de DV8, obligó todo el sector de los lenguajes corpóreos (danza pero también circo, mimo, teatro de gesto) a apostar por nuevas hipótesis de contaminación formal, y por nuevos frentes de seriedad temática; y que la lección de Newson dio pié, sobre todo en el contexto anglosajón, a una extraordinaria floración de compañías estructuradas alrededor de su idea ampliada de movimiento: Double Edge Theatre (Ashfield, Massachussets), Chicago Physical Theatre, Frantic Assembly (Londres), PUSH Physical Theatre (New York) entre otras.
La razón del desvío no tuvo nada que ver con el síndrome comercial (también ochentero D.O.P.) de “romper moldes” o afianzar “modas”: creo al contrario que la preocupación de Newson, su razón de continuidad – o de discontinuidad – poética, fuera esencialmente moral, antes incluso que política; y que fue en homenaje a la urgencia de reubicar los problema morales en una dimensión que los hiciera reconocibles física o verbalmente, y de sentar los términos del debate ético de una forma inequívoca, que DV8 renunció de entrada a las medias tintas, al estilo “alusivo” y al ligero esnobismo formal de tanta danza de su tiempo; fue en nombre de la misma urgencia que Newson decidió llamar y danzar las cosas por su nombre, forzando el lenguaje a salir de goznes cuando el tema lo exigiese.
Esto explicará el por qué los trabajos de DV8 de la última década (sobre todo a partir de The cost of living) brinden de pronto una textualidad tan generosa como para resultar, a ojos de algunos, invasiva: la última pieza que se vio en el Mercat, Can we talk about this? (2012) – verdadero oratorio civil y océano de palabras – no hablaba, al hablarse todo el rato, sino de la reivindicación del derecho de todo arte a salir de sí, a hacerse siquiera vulgar y directo y referencial, con tal de plantarle cara a los temas que no pueden esperar transposiciones. Se trataba de no callar, no suavizar aquello que pide a gritos ser dicho, y de vaciar el lote con la misma franqueza con la que en años anteriores DV8 había sabido ponerle gestos al “griterío”, a las onomatopeyas gestuales del cuerpo”. Fue electrizante ver cómo el ataque frontal a la moraleja secretamente inicua del multiculturalismo políticamente correcto terminaba trocándose implícitamente en un ataque frontal a toda esa danza que no osa hablar por miedo a perder los requisitos de astucia formal, finura conceptual y buena conciencia cívica que la hacen, a su vez, tan políticamente correcta y, por mucho que le guste cultivar il mito de su propia disidencia, tan políticamente inocua. Este uso desacomplejado, en DV8, de la palabra como vector de significado autónomo, no deja de constituir otro precedente: es suficiente recordar, muy cerca de nosotros, con qué fuerza, y con qué despreocupación programática, sobre todo en los primeros trabajos de larga duración, La Veronal ha optado por una profusión textual que bien puede recordar, en la sobreabundancia como en la intensidad semántica, la verbalidad desbordante de ciertas aventuras DV8.
Por esta lealtad en decir con franqueza las cosas que sonrojan cualquier lenguaje, habrá que acreditarle a Lloyd Newson haber inventado el teatro de danza más cabalmente, más honradamente moral de las últimas décadas. Es más, si es verdad, como dicen los filósofos, que la base de todo pensamiento ético es la capacidad de piedad, poca danza habrá sido, en el último tramo del siglo XX y en el primero del siglo XXI, tan desgarradamente piadosa como la suya.
Mientras en todos los frentes de la vanguardia coreográfica primaba un rechazo totalmente ideológico al lenguaje, a la caracterización, a la narración, Newson no tuvo miedo a crear piezas malditamente narrativas, a crear personajes acentuadamente característicos, a jugar con la psicología y a librarse del recelo que tanta danza del mismo período le tenía a la idea de usar el lenguaje no ya como concepto, vicio estructural, síntoma de algo, sino como lo que había sido siempre: el instrumento más dúctil, el más funcional para vehicular con claridad la ideas y realidades que es inadmisible callar. Sería un efecto del proverbial pragmatismo británico. Hay coreógrafos que cazan mariposas. Lo de Newson es caza mayor.
John vuelve es una escandalosa, oceánica toma de palabra sobre la homosexualidad y las circunstancias sociales, internas o externas, que la “discapacitan”. A través de la aventura humana del hombre que da el título a la obra (uno de los 50 que Newson entrevistó, según una praxis de “toma directa desde lo real” que DV8 ha afianzado en los diez últimos años), vibra a lo largo y a lo ancho de toda la pieza y de sus lugares – verdadera topografía del mundo gay – una especie de piedad hacia lo humano en todo cuanto tiene de más incondicionalmente universal: John (el nombre propio más común de la lengua inglés) hace pensar en el Everyman (el hombre cualquiera, el antihéroe raso) de cierto teatro medieval de área anglosajona, alegórico, aleccionador y sagrado. No que la homosexualidad sea un motivo nuevo para Newson: lo trató con estupefaciente radicalidad en el dúo fundacional de DV8 (My sex, our Dance, de 1986), y volvió a desglosarlo (política, social, existencialmente) con inquebrantable lealtad poética al tema en Enter Achilles (1995), MSM (1993), To be straight with you (2008). Mas de importancia seminal para entender sobre qué economía de tensiones poéticas y morales Newson articula su discurso homosexual sigue siendo el éxito internacional de 1988, Dead Dreams of Monochrome Men (a día de hoy, probablemente, la pieza danzada de temátca gay más sobrecogedora del siglo XX): inspirada en la aciaga trayectoria del psicokiller y necrófilo Dennis Nilsen (el mayor asesino de homosexuales de la historia inglesa), Dead Dreams era ya un terrible cuento sobre la soledad, la deshumanización, la frivolidad, la liquidación de todo respeto moral que, en los años 80 marcaron el circo de los consumos sexuales en que se había convertido el ambiente gay (no que las cosas hayan cambiado mucho desde entonces. Dead Dreams sigue siendo de preocupante actualidad); fenómenos, todos ellos, que hallaban en el homicidio serial algo así como una “alegoría criminal” y una expresión trágicamente coherente. También en eso, Newson fue precursor, no tan solo de la moda de los gender studies y de la teoría queer que iba a imperar en los estudios culturales de la década siguiente (y que, por cierto, en su positivismo – y en su positividad – en ningún momento llegó a alcanzar la punzante eficacia y amarga claridad de lectura del coreógrafo de origen australiano): entre finales de los 80 y los años 90 ocurrió en danza contemporánea, también gracias a la franqueza de DV8, un extraordinario “destape” de lo homosexual; de ese impulso irresistible a encarnar, bailar, escupir los entredichos de lo que por entonces suponía todavía un malestar existencial y social, salieron algunas de las obras maestras más admirables de la tradición reciente: de Good Boy (1998) y Les Inconsolés (2005) de Alain Buffard, a Still/Here (1997) de Bill T. Jones y Arnie Zane, a The Hard Nut (1991) de Marc Morris, Song and Dance (2003) de Mark Tompkins. Por no hablar de los trabajos de Stephen Petronio, Lar Lubovitch, Matthew Bourne y Raimund Hoghe entre otros, ya incontables. La homosexualidad y sus múltiples teatros de guerra, de conflicto interno y de resistencia externa (con el SIDA en primera línea) ha ido convirtiéndose en un sesgo muy específico de cada uno de los estilos, lenguajes y técnicas desde los que se quiso tratarla. Aún así, la sensación es que Lloyd Newson fuera el que más controlaba, y controla, las verdaderas tensiones morales que anidan en el marasmo de la causa homosexual y en la estructura de deseo o de necesidad que la alimenta. Desde Dead Dreams tuvo muy claro que la verdadera tragedia tenía siempre que ver, en el medio homosexual como avanzadilla de una crisis antropológica más general, con el riesgo de cadaverizar todo lo vivo (que es lo que ocurre cuando el cuerpo se convierte en el único objeto de deseo, el único modelo de consenso, el único parámetro de identidad). John vuelve a ser, por eso, otro sangriento caleidoscopio de historias, otra feroz, coral requisitoria a favor del cuerpo como persona, en contra de la persona como cuerpo. No se puede decir más claro. Y no se puede, por una vez, decir más fuerte.
Roberto Fratini
DV8 presenta John al Mercat de les Flors del 19 al 21 de febrer
Web Compañía: https://www.dv8.co.uk/
Bibliografía
DORAIS, Michel; LAJEUNESSE, Simon Louis, Dead Boys Can’t Dance. Sexual orientation, Masculinity and Suicide, MacGill-Queen’s Press, 2004.
GERE, David, How to Make Dances in an Epidemic: Tracking Choreography in the Age of AIDS, University of Wisconsin Press, 2004.
LANSDALE, Janet, The Struggle with the Angel.A Poetics of lloyd Newson’s Strange Fish, Dance Books, 2007.
LYNNE HANNAH, Judit, «Patterns of dominance. Men, Women and Homosexuality in Dance», The Drama Review (TDR), Vol. 31 n.1 (Spring 1987), MIT Press, pp. 22-47.
MITOMA, Judit; ZIMMER, Elizabeth (ed.), Envisioning dance on Film and Video, Routledge, 2013.
MURRAY, Simon; KEEFE, John, Physical Theatres. A critical Introduction, Routledge, 2004.
NEWSON, Lloyd; BENTLEY, Bob, Never Again, Éditions à voir, 1989.
SUMMERS, Claude J. (ed.), The Queer Encyclopedia of Music, Dance and Musical Theatre, Cleis Press, 2004.
Videografía
https://www.youtube.com/watch?v=1xdhElJvJhI (Extracto vídeo de Good Boy, Alain Buffard)
https://www.youtube.com/watch?v=5WW3aScWizE (Extracto Vídeo de Les Inconsolés, Alain Buffard)
https://www.youtube.com/watch?v=Onh3udBsDrU&index=28&list=PLPn2-D2PjaQK2uLPw1SOkwcU-r2tQrjkW (Conferencia de Bill T. Jones sobre Still/Here)
https://www.youtube.com/watch?v=m7fPrC6s9iQ (Entrevista radiofónica a Lloyd Newson sobre Can we talk about this?, Roma Europa Festival, 2011)
http://vimeo.com/39651085 (Prólogo Vídeo de Histoires de mon Homosexualité, Romano Bottinelli)
https://www.youtube.com/watch?v=EYx0xw7yhzk (Extracto vídeo de PUSH, Russell Maliphant y Sylvie Guillem)
https://www.youtube.com/watch?v=Z5JkcosuDF4 (Promo vídeo de Black Out de Jordi Cortés)
DV8 Physical Theatre (Dead dreams of Monochrome Men, Enter Achilles, Strange Fish, ArtHaus Musik, 1990.
DV8 Physical Theatre. The Cost of Living, DV8 Films Ldt., Channel 4, Digital Classic, 2004.
Linkografía
http://www.academia.edu/6867811/Lloyd_Newson_and_his_shifting_political_frameworks (Ensayo online «Lloyd Newson and his shifting political frameworks», Belinda Grantham)
http://www.homotopia.net/festival-item/lloyd-newson-artistic-director-dv8-pre-show-talk/#.VMzdSi5SJIg (Charla Pre-Show de Lloys Newson sobre John, para Homotopia.net)
http://www.numeridanse.tv/en/themas/22_the-committed-artist (selección de vídeos sobre Danza y Compromiso político en Numéridanse.tv)