Hay en occidente ciertas prácticas populares que, si no te tocan de cerca, ciertamente parecen una locura. Cientos de personas en una colina arrojándose por la pendiente detrás de un queso, una torre humana de cuerpos sosteniéndose unos a otros hasta alcanzar alturas de 15 metros (esta nos toca más de cerca), hombres de apariencia diabólica saltando por encima a un grupo de bebés, etc. Son ejemplos de prácticas populares que hoy en día siguen realizándose y sobre las que Laia Santanach ha investigado para su nueva pieza Tradere. Estamos ante comunidades enteras entregándose a una tradición, llevando al límite el cuerpo, año tras año, generación tras generación, aún hoy. ¿Qué tienen estos actos que se perpetúan bajo un pacto no escrito exento de cuestionamiento? El hecho es que irradian una belleza ruda, a veces rudimentaria pero siempre viva. ¿Y qué hay de los cuerpos que participan en estos eventos?
En Tradere, que en latín significa “entregar”, la coreógrafa y bailarina catalana presenta el resultado de un diálogo corporal con dichas prácticas. Se trata de un trabajo ya emprendido para su anterior pieza, ÀER, en la cual realizaba una personal mirada sobre la danza tradicional popular del ‘contrapàs’. En esta ocasión Santanach amplía la búsqueda a diversas praticas que comparten, al menos, tres requisitos: todas ponen en riesgo el cuerpo; todas suponen la existencia de una comunidad; todas constituyen en sí una celebración. Tradere surge más de una curiosidad poética que de un enfoque u oficio antropológico. Santanach observa cada práctica y la analiza no para realizar su propio estudio de los “principios – que – retornan”, sino para hallar impulsos de creación, pautas de movimiento y protocolos de experimentación del cuerpo en el espacio y el tiempo. “Mis referentes son estas prácticas, pero yo después lo llevo a mi terreno, hago una lectura totalmente subjetiva de ello y no una representación gráfica de las tradiciones”, explica.
El riesgo, que es de por sí un pilar de la vivencia corpórea en la tradición universal de la danza, está presente a lo largo de toda la pieza como una consigna entre los bailarines, como un elemento clave en el juego que a menudo aparece en escena. Voy a tratar de describir una imagen en movimiento de la pieza: vemos a las cinco personas del elenco (4 bailarines y un músico) en círculo, girando y ganando velocidad en cada giro. Están agarrados, a veces por encima del codo, a veces simplemente de las manos. El riesgo aumenta a raíz de la velocidad y del hecho de que las bailarinas se aúpan sobre estos brazos que se agarran fuertemente unos a otros para no romper el círculo. El detonante de esta secuencia es la práctica tradicional catalana de los Castellers, de la que Santanach rescata los factores comunitarios y la pauta física de no soltarse nunca jamás, pase lo que pase. Después entra la velocidad, el movimiento, las acrobacias y diversos elementos que van conformando la propuesta escénica.
Más allá de estos impulsos para el trabajo físico, Santanach ha encontrado en las prácticas tradicionales algunos conceptos que empapan la pieza de un modo más transversal: “la tradición te identifica directamente con un territorio y esto en la pieza ha pesado, me ha llevado a pensar y hablar de la identidad”. La puesta en escena está marcada fuertemente por la propuesta musical. Se trata de música electrónica en cuyas bases podemos reconocer una alternancia de ritmos ternarios y binarios propios de la música popular pero que nos despierta el imaginario del clubbing. “Elijo esta música porque, la verdad, la electrónica me gusta mucho y porque también me pregunto, ¿qué sería hoy una fiesta?”. En Tradere conviven la noche en el club de electrónica abarrotado, con el clamor comunitario de la plaza en unas fiestas populares.
Tiene Laia Santanach una fijación por la repetición y por la transformación que dicha repetición genera en un cuerpo y, por encima de eso, en un grupo de cuerpos. En la comunidad escénica que conforma con los demás intérpretes puede verse esa transformación, a veces casi animalesca, que generan el agotamiento y el ir “todos a una”. William H. Mcneill habla en su obra Keeping Together in Time: Dance and Drill un Human History de un concepto traducido como “vínculo muscular”. Lo emplea para referirse a la capacidad de la danza de mantener a un grupo de personas conectadas y unidas por el movimiento compartido en el tiempo. “Este vínculo muscular” generado por los cuerpos performáticos de Tradere, junto a la repetición obsesiva, permiten que el cuerpo vaya más allá de sus límites, lo que para McNeill es precisamente la fuerza de la comunidad; el talento del grupo por ir más allá de lo que un individuo en solitario es capaz. Una vez más, solo la comunidad es capaz de sostener determinadas prácticas. No solo porque sea necesario un grupo para realizarlas, sino porque una persona fuera de contexto, sin esa comunidad que sostiene cada tradición, las consideraría posiblemente una marcianada. Aquí somos nosotros la extraña comunidad entre butacas que sostiene y dota de sentido la festividad creada por Laia Santanach.
En Tradere constantemente retorna el concepto que da nombre a la pieza y que podría considerarse su columna vertebral: la entrega. La palabra tradición proviene del sustantivo latino “traditio” que a su vez deriva de “tradere”; entregar. Una tradición es la herencia cultural que se entrega de generación en generación. Pero en este caso, la artista creadora no trabaja en torno a esta idea de entrega, sino en torno al concepto de entregarse a algo, abandonarse a la práctica. “Hay siempre un acto de entrega total de los cuerpos en estas prácticas” dice la coreógrafa. Cinco cuerpos durante una hora en escena entregados a cada pauta hasta la extenuación, así como se entregan los cuerpos colina abajo en la tradición del “queso rodante” de Reino Unido o los cuerpos de los castellers sosteniendo hasta 6, 7, 8 personas en sus hombros. La entrega del espectador en Tradere será vicaria pero no exenta de extenuación. Podría decirse que esta es una muestra de cómo una tradición se renueva para serle útil a la comunidad que la produce, para sernos útil aquí y ahora desde una butaca en la sala OM del Mercat de las Flors.
Por último, es significativo que “tradere” también sea la raíz del italiano “tradire”, que en castellano significa traicionar. Este trabajo de Laia Santanach me hace pensar si, quizás, la única manera de revivir una tradición es traicionarla de alguna manera, contaminarla, actualizarla e incorporarla como un estado en lugar de llevarla como un traje típico.
Paula Pascual de la Torre
LAIA SANTANACH presenta ‘Tradere’ al Mercat de les Flors del 17 al 20 de març de 2022
– Entrevista Mirades a l’arrel – Laia Santanach, «Tradere SP»
– Video promo de TRADERE
– Mercedes máis eu – JANET NOVÁS I MERCEDES PEÓN
– Entrevista a Janet Novas y Mercedes Peón
– Alessandro Sciarroni. Folk-s, will you still love me tomorrow?
Cites de Laia Santanach extretes de l´ entrevista feta per l’autora (Paula Pascual de la Torre) en enero de 2022. Café Llibreria LAIE.
Eugenio BARBA y Nicola SAVARESE. “El arte secreto del actor. Diccionario de antropología teatral”. Bilbao. Editorial Artezblai SL, 2012.
William H McNeill. “Keeping Together in Time: Dance and Drill un Human History.” Massachussetts: Harvard University Press, 1995.