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«De nieve y polvo. Figuras de la cautela metafísica», de Roberto Fratini

«De nieve y polvo. Figuras de la cautela metafísica», de Roberto Fratini

«I will show you fear
in a handful of dust»
(T.S. Eliot)

Confieso que me resulta siempre un poco frustrante escribir sobre Pep y María: cuando ocurre, suelo encallarme en el registro angelical del homenaje y rendirme a la muda autoridad del «sin más». Supongo que el mayor piropo que se le pueda hacer a un artista sea asumir su capacidad de desarmar las categorías del discurso. Y que la mejor de las dramaturgias silenciosas sea la que trata del silencio en sí, y que sabe darle a su silencio una forma definitiva.  Mal Pelo – o la longeva conspiración para el desarme cuyos cuarteles delimitan un enclave no sospechoso del paisaje catalán – ejerce un silencioso extremismo de este tipo: si desafía vigorosamente la elocuencia de los críticos es porque trabaja con ideas, no con ocurrencias. O porque su relación con las ideas atañe más a las rigores concretos del cultivo que a las artificiosas indulgencias de la Cultura. Habrá pronto o tarde que ascender Celrà a capital de la paciencia poética.

Vivimos tiempos demenciales: la vanguardia se ha generalmente convertido en una variante de la puntería cultural; los artistas se han generalmente convertido en atareadísimos curators de sí mismos, empresarios de un catálogo muy sucinto de slogans; y en todos, artistas y públicos, se fomenta la adicción a consumir con impaciencia terminal el packaging fantasioso de productos artísticos novedosamente decrépitos. La vulgaridad más imperdonable de la cosa llamada Cultura es haberse acomodado con tanto entusiasmo a la forma mental del capitalismo catastrófico, para autorizar en última instancia una analogía espeluznante entre el incombustible talento de los dueños del planeta por explotar recursos naturales insospechados, y la famélica propensión al fracking cultural de artistas y operadores. En este panorama de depredación, donde cazar chinches se vende y se compra como una hazaña épica, María Muñoz y Pep Ramis siguen husmeando con obstinación la senda de animales de talla incalculable, y para ellos no ha sido nunca una prioridad capturar y comercializar la piel de sus fieras. Contra la ley de un mercado que vende a granel astucias y destrezas, saben ser todavía milagrosamente indefensos, fieles al principio de que en poesía no hay sitio para respuestas tempestivas, soluciones «guay» y muecas del formato. The Mountain, the Truth and the Paradise es otro capítulo de este candor abisal. U otro dúo elíptico, que aparenta ser el más solitario de los solos. Porque la elipsis, la sustracción, la ausencia, la espera, vertebran en el fondo toda la parábola poética de Mal pelo: sus piezas son noches en vela, vísperas de algo, frágiles conjuros de una presencia, cacerías inmóviles. Y no extraña que el escritor llamado a su vez a velar con Mal pelo en el gran nocturno de El cinquè hivern (2015), Erri de Luca, vuelva a cruzar en este nuevo oratorio el camino de ronda de Mal Pelo. Su frase «Dos no es el doble, sino el contrario de uno» describe con extraordinario acierto la cohabitación espiritual de Pep y María: una «soledad dual», que en Erri De Luca halla un intérprete sensible como el John Berger de Testimoni de llops (2006) y de otras piezas. Lo que no ya no está, o lo que no está aún, nos acompaña más que toda presencia.

Así Erri de Luca encuentra Mal Pelo: en una misma cacería metafísica, en un mismo acecho silencioso a fieras huidizas, de las que terminan animalizando al que acecha, en una especie de rendición incondicional, un mutuo pacto de desaparición en el paisaje. Las huidas más absolutas son siempre huidas silenciosas. ¿No fue esto el Bach de María, donde las fugas sólo se escuchaban porque un cuerpo daba forma a su silencio? ¿No remite a esta apuesta por el enigma de la animalidad, por la lección de invisibilidad que los animales nos imparten, la renovada complicidad de Mal pelo con Barò d’Evel? The Mountain, the Truth and the Paradise vuelve a ser una encuesta, o una colecta de este tipo: búsqueda que pierde al que busca; que renuncia a la artillería de la comprensión y echa mano de armas pobres como la aprehensión, el husmeo, la adivinación, el presagio; que se apoya en objetos, indicios, señales, impregnaciones de insostenible ligereza, de terrible, sagrada impermanencia: Marcel Duchamp hablaría de infra-levedad o de ultra-ligereza. Infra-leve es el calor de la silla de la que alguien se haya recién levantado. Infra-leves eran las apneas de María en medio de la tempestad del Clave bien temperado. Infra-leve es también, en palabras de Erri De Luca, el «peso de la mariposa». Un impalpable resto de nada, o lo que queda de la huida, de la eclipse de algo: la memoria breve de un vacío.

En un desierto de este tipo se juega la nueva ascesis de Pep. De la cosa que llamamos realidad queda solo el fantasma blanquecino: su polvo, su yeso, su polvo de hueso, su arena, su harina, su nieve, su nube de escombros, su fiesta blanca, el poso final de todo su alka seltzer, de sus efervescencias mentirosas, de sus inicios prometedores, de sus fines desazonadores. Las invendibles cenizas de un mundo donde ya no queda casi nada por vender, y donde el último de los retos es convertir en un valor inesperado la ruina de los sistemas de valor que contribuyeron al último giro totalitario de la realidad, a su eufórica deriva hacia los límites de la majadería y de la vulgaridad.  Altísima soledad es cargar, en esta planicie terminal, con el misterio de la verticalidad, el hilo sutil de la belleza, reconociéndola tras todos los mitos ascensionales (religión, sabiduría, eternidad, poder, subjetividad) que han alimentado una campaña milenaria de pérdida del mundo. Y hacerlo con la cautela metafísica de Orfeo y de Polichinela, porque no hay instinto de lo sagrado que no pase por una infinita disponibilidad a desteñir en el ridículo las certidumbres del sujeto. Una de las primeras novelas de Erri De Luca se titulaba Montedidio (literalmente, “monte de dios”, 2001): el nombre de un barrio de Nápoles, que aludía retrospectivamente al talento de mil pueblos por ubicar la moradas de sus dioses en cimas y alturas; por creer que el Paraíso pudiera estar exactamente ahí, en los blancos infiernos anaeróbicos donde pocos llegan con vida. Toda cumbre fue en algún momento el fondo de un océano primordial. Toda cumbre guarda el recuerdo de una total ausencia de oxígeno. Sobre algunas de ellas, como El Keilash, la montaña sagrada de los tibetanos (objeto también de un escrito de Erri De Luca), sigue intacta la prohibición a emprender la escalada. «Los pasos que te llevan a la cima son exánimes y sin embargo ligeros, estás en el momento de máximo desgaste del cuerpo, de máxima pérdida de peso, músculos y células cerebrales.»

En el gran desierto polvoriento o nevado, sucio y purísimo de The Mountain, the Truth and the Paradise Pep articula esta ceremonia de apocamiento de sí y tanteo del mundo que es la esencia del alpinismo según Tras la huella de Nives. En el Himalaya con una alpinista, el libro de conversaciones entre De Luca y la experta en 8000 metros Nives Meroi; la idea de que la montaña no cambia a los hombres, sino que los desenmascara, los desnuda de todos sus nombres (Tots el noms, 2010); y de que también la cautela metafísica del alpinista consiste en expresarse por signos interrumpidos o residuales, restos de algo que son inicio de no se sabe qué, como cuando Nives Meroi habla al viento con lo que le queda de aliento: “Empiezo a susurrar algo, una oración, un trozo de canción. Porque quien cuenta de la montaña cuenta su historia también por todos los desaparecidos, por todos los que la montaña se tragó.

Así, las pacientes declinaciones del cuerpo de Pep en el espacio (y del espacio del cuerpo de Pep) recuerdan la fragilidad, la promesa de desperfecto, la ruralidad de los engendros y ensamblajes de Mal Pelo, la extraña humanidad de sus “máquinas deseadas”; hacen pensar, como ellas, en una especie de poética de la conjunción, cuyo cometido será recoser la sintaxis de un mundo hecho pedazos, y en insistir haciéndolo con fragmentos cada vez más inasibles, cada vez más atomizados del mismo mundo, como en ciertos títulos de capítulo de Erri De Luca, que también no son sono conjunciones («sin», «pero», «y»….). Hazaña impensable, como la Erri De Luca quien, habiendo sido obrero y albañil gran parte de su vida, se anima a traducir el Viejo Testamento y lo hace desde una postura que lo es todo fuera que curial o filológica: ocupando la posición mejor, y la más incómoda, para intuir la dialéctica del polvo, una especie de tensión vertiginosa ente la materia del mundo (que es la base de todo mito de construcción) y la inasible sustancia de lo divino (que es la base de todo mito de creación). Entre nieves y cenizas, entre el polvo de un mundo en obras y el de un mundo desintegrado, The Mountain termina siendo, más que un “nocturno de apocalipsis”, el memorial de un artista: recuerda que la creación, con sus libertades, no sabe existir sin la construcción, con sus rigores. Y que el inabarcable rigor de la construcción que los artistas emprenden es que su materia prima es en última instancia lo que queda de la ruina de un mundo. No hay acto de creación que no sea un gesto de re-construcción. En esta dimensión terminal (o quizás no), Pep se presenta a la vez Diógenes y Empédocles: el más pordiosero y el más aristócrata de los filósofos; el más cínico y el más místico; uno ingeniándosela para sobrevivir, el otro tirándose espectacularmente al cráter del Etna; uno retozando en el polvo de aquí bajo, otro erguiéndose en lo que Gaston Bachelard llamó «un instante en una cumbre»; ambos farsantes; y empeñados ambos en buscar el principio del mundo en el fin de todas las cosas (tiradas a la basura, o calcinadas por la catástrofe). Los valores no tienen  nada que ver con nuestras adquisiciones, superaciones, conquistas, posesiones. Nuestra única verdad es el desperfecto. Nuestra historia está hecha de destiempos. Valor es tan solo la cicatriz que dejan nuestras pérdidas. Y porque la esencia de la vida es la bancarrota, tendrá razón quien dijo que en la derrota hay una dignidad que el triunfo no llegará nunca a conocer. Las montañas no son, en el fondo, sino cicatrices de un planeta que ha vivido.

Bibliografía

Quan arriba el silenci. María Muñoz i Pep Ramis, Documenta Teatral, 7, Punctum & Master Universitari en Estudis Teatrals (MUET), 2017.
Gaston BACHELARD, Fragments d’une poétique du feu, PUF, 1988.
Erri DE LUCA, El contrario de uno, Siruela, 2005.
Erri DE LUCA, Tra la huella de Nives. En el Himalaya con una alpinista, Siruela, 2006.
Erri DE LUCA, El peso de la mariposa, Siruela, 2011.
Marcel DUCHAMP,Escritos. Duchamp del signo. Galaxia Gutenberg, 2012.
Lourdes OROZCO, Theatre and Animals, Macmillan International, 2013.
Peter SLOTERDJIK, Crítica de la razón cínica, Siruela, 2003.

Links de interés

https://exodo21.wordpress.com/2016/11/01/kailash-erri-de-luca/  (artículo online, Erri DE Luca, «Kailash»)

Links Vídeo

https://www.youtube.com/watch?v=Hp2l_9iUtq8 (teaser online Rui Horta, Bones & Oceans, 1998)

https://www.youtube.com/watch?v=PUKdhWdJa0c  (fragmentos y entrevista, Romeo Castellucci, Frühlingsopfer, 2014)

https://vimeo.com/190254193 (Fragmento vídeo de Núria Font, Bach, María Muñoz, 2013)