“– Apenas sé, señora, lo que soy en este momento… Sí sé quién era al levantarme esta
mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.
– ¿Qué quieres decir con eso? -preguntó la Oruga con severidad-.
¡A ver si te aclaras contigo misma!”.
Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas
Este circo que te dispones a contemplar, ahora mismo, es una espiral de tiempo.
Las artes circenses, y quizá las escénicas en general, pueden imaginarse como un movimiento circular. No sólo a partir de la imagen de la pista de circo o del corro de espectadores, sino en cuanto que dialogan siempre con la tradición, y muy a menudo lo hacen para retarla. Porque el reto está en el corazón del circo: el artista nos pregunta si creemos que será capaz de llegar hasta el final con su promesa. Diez pelotas en el aire, una torsión improbable, un salto muy rápido.
Este reto primordial que define al circo estaba ya en sus formas más antiguas -acróbata en la plaza del mercado, coreografías ecuestres o soldadescas en forma de pirámide, Sófocles añadiendo unas notas malabares en un estreno en Atenas-, luego cristalizó en una exhibición de virtuosismo y escenificación durante el llamado circo clásico y sigue inspirando este circo actual, de hoy, de ahora mismo. El ciclo Circ d’Ara Mateix condensa esta forma espiral en la que el reto regresa a su primigenia curva de riesgo, pero a la vez experimenta con nuevas formas para expandir o acortar el recorrido. No es un círculo cerrado, es la voluta de humo que algún viejo dios del entretenimiento aspira y arroja por los poros.
Trece espectáculos componen el ciclo: la creación funámbula Résiste, de Les filles du renard pâle; el trapecio nudoso de Cía Doisacordes con Cá entre nós, los Fragmentos de un mundo de títeres y máscaras de La Víspera, la Cie 7BIS y su doble exploración de la rueda cyr: en vínculo con la danza sufí de la mano de Juan Ignacio Tula en Instante y también en la danza vertiginosa de Marica Marinoni que nos lleva Lontano con su rueda. Del solo al movimiento coral: el acróbata y cómico Wilbur provoca al público con Piensa en Wilbur, y los ocho bailarines de not standing, coreografiados por Alexander Vantournhout, presentan en Foreshadow una búsqueda donde horizontalidad y verticalidad se tocan a través del cuerpo y la pared. De cuerpos poéticos también saben las piezas Bitbybit, de Movedbymatter & Collectif Malunés, y El patio, de Juan Carlos Panduro. En la primera, los hermanos Bruyininckx, experimentados performers circenses, deciden centrarse en el equilibrio a partir de la fuerza dental. En la segunda, el acróbata escribe poesía y entre el verbo y el cuerpo rescata la memoria de un verano remoto. Andrea Salustri, con Materia, y Los Putos Mákinas, con Petróleo, toman entre sus manos sustancias omnipresentes, tan tóxicas como centrales en nuestra vida cotidiana: el poliestireno y el plástico, y despiertan una pregunta: ¿quién manipula a quién? Masha, de la compañía Palimpsesta, es un dispositivo escénico, un linóleo largo y estrecho cubierto de aceite corporal, donde los acróbatas pierden el principio de estabilidad básico para su técnica. El Centre de les Arts de Circ Rogelio Rivel reúne en Viu! las últimas propuestas de sus creadores.
Este recorrido espiral de creadores y creadoras encarna la evolución dramatúrgica del circo de ahora mismo. Es una puesta en cuerpo, pero también en objeto, en aparato. Paredes, dispositivos, técnicas, materias. Incluso palabras. Hace casi diez años la investigadora y filósofa Bauke Lievens inició una serie de textos titulados Open letters to the circus world. Se trataba de una correspondencia abierta en la que Lievens abordaba distintos conceptos, como futuro o mito, desde una perspectiva circense. En la segunda carta, fechada en 2016, se analizaba el mito de la supuesta libertad y singularidad de los cirqueros y cirqueras: la romantización del circo como el lugar del margen y la otredad, donde los cuerpos son libres y las formas de vida también. La autora reflexionaba sobre cómo, al contrario de lo que pudiera parecer, la disciplina física, el control del riesgo y la construcción de estructuras con reglas muy determinadas estaban en el núcleo de la mayoría del circo actual. Se preguntaba si era posible dejar caer estos mitos perseverantes y atreverse a un diálogo más profundo con el riesgo. Let us look for the potential of circus as a medium rather than repeating the myths that obscure it (“Busquemos el potencial del circo como medio en vez de repetir los mitos que lo oscurecen”. Lievens, 2016), exhortaba. En 2024, al echar un vistazo a la programación de un ciclo como Circ d’Ara Mateix, ubicado en Barcelona, uno de los centros de práctica circense más activos en Europa, aparece una sutil diferencia respecto del escenario que planteaba Lievens. Más que de libertad, el conjunto parece hablar de una tensión colectiva. La pared de Foreshadow, el cable de Les filles du renard pâle, los aros de plástico de Los Putos Mákinas o el linóleo embadurnado de aceite de Palimpsesta coinciden en ofrecer un marco inicial de dificultad: una estructura que constriñe, expulsa o fragiliza. Los acróbatas se proponen habitar estos marcos. Explorar los propios límites y, de alguna manera, honrarlos. Bailar el dispositivo. Afirmar la propia vida en la caída, en el juego con los aros, la aceptación de la gravedad.
El circo históricamente se construyó como triunfo del hombre moderno; desafío a la gravedad, a la velocidad, a lo imposible; espacio excepcional, muestrario de lo exótico donde el lugar central seguía ocupándolo la mirada colonial, masculina y normativa. El acróbata “domaba” la naturaleza. En 2024 esta percepción se atenúa, quizá para transformarse definitivamente en otra cosa. Este circo de ahora mismo, aquí en el Mercat de les Flors, no es una doma contemporánea; no se lucha con la pared, con el aparato o con el linóleo para someterlos. Se trata más bien de una necesidad de afirmación de la propia existencia a pesar del marco, y en este a pesar de puede haber una clave. Es inevitable pensar en la deriva geopolítica mundial de los últimos años, donde lo macro se ha impuesto en forma de guerras, de pandemia mundial y de extrema polarización política. En el mundo d’ara mateix, de ahora mismo, las fronteras se refuerzan y los derechos se confunden con los privilegios; mientras tanto, las creaciones sueñan con nuevas formas de habitar la estructura/obstáculo. Así lo percibe, por lo menos, la autora de este texto y espectadora. Pero los propios artistas parecen confirmarlo en sus textos de presentación: “Jinetes de un universo que no acabamos de controlar […] nos perdemos en su inmensidad [la del anillo de plástico]” (Los Putos Mákinas), la cía Palimpsesta habla de la «desnaturalització i deshumanització de la societat”, Les filles du renard pâle ha titulado a su trabajo Résiste: “Passi el que passi, s’ha d’aguantar sobre la corda fluixa, a la vora del precipici. No es pot posar mai el peu a terra, cal recórrer aquest camí que s’assembla a la vida, en què se succeeixen els riscos que cal assumir» (Extracte Dossier de prensa Circ d’Ara Mateix 2024). El mismo deseo de hacer nudos en el trapecio en la cía Doisacordes puede entenderse como esa búsqueda de una marca en el camino, una muesca, una señal de que estamos vivos dentro de la estructura gigante y necesitamos un gesto para decir que aquí estuvimos, que fuimos grumo, problema, punto de fuga, o al menos lo intentamos.
A pesar de las dificultades, el circo no renuncia a su viejo gusto por retar. En 2020, año de la pandemia mundial, la creadora, pensadora y autodenominada “circógrafa” Maroussia Díaz-Verbeke afirmaba:Les disciplines, agrès, pratiques de cirque sont des sources d’inspiration d’une aussi grande richesse qu’un immense texte, qu’une musique somptueuse ou que toute autre œuvre préexistante à partir desquels les spectacles vivants aiment développer leur art (“Las disciplinas, aparatos, prácticas de circo son las fuentes de inspiración de una riqueza tan grande como la de un inmenso texto, una música suntuosa o cualquier otra obra preexistente a partir de las cuales los espectáculos en vivo gustan de desarrollar su arte”. Diaz-Verbeke, 2020). Esta dramaturgia del aparato y del dispositivo, como vemos, sigue siendo una de las principales afirmaciones del circo actual. Es interesante pensar en intérpretes como Wilbur, Juan Carlos Panduro o Marica Marinoni, que han hecho de su propio cuerpo creación singular para una dramaturgia circense. Inconfundible cada uno en su velocidad, textura de movimiento, innovación en la ejecución, o incluso voz y gesto en el caso de Wilbur. Existen infinitas maneras de bailar el dispositivo, parecen decir, y esta es la mía. A pesar de la imposición de lo macro, la existencia brilla en el esfuerzo por comprender y también por divertirse. L’amusement essentiel – ou l’essentiel est amusant (“El entretenimiento esencial- o lo esencial es divertido”. Diaz-Verbeke, ibídem), era una de las conclusiones del texto de Maroussia Dìaz-Verbeke.
El circo, como reto, sigue siendo aquí y ahora un anhelo de vida: en su señalamiento de lo insólito afirma la norma que nos atraviesa; puede hacerlo melancólica o triunfalmente, pero nos dice que aquello que nos sorprende es lo que nunca hacemos o toleramos en el día a día. El título de la creación colectiva del Centre de les Arts Rogelio Rivel que cierra el ciclo Circ d’Ara Mateix lo resume a la perfección: Viu!, doble sentido: el imperativo de “vive!” o la constatación de que lo que vamos a presenciar está, a pesar del estado actual de las cosas en este mundo, muy vivo.
Al inicio de este texto se hablaba de la espiral como la forma de la creación estética, la bocanada de un viejo dios del entretenimiento. Voluta centrípeta ascendente, es como aquel humo que inhalaba el gusano de Alicia en el País de las Maravillas:
“La Oruga fue la primera en hablar.
¿Qué tamaño te gustaría tener? -le preguntó.
– No soy difícil en asunto de tamaños -se apresuró a contestar Alicia-. Sólo que no es agradable estar cambiando tan a menudo, sabe.
– No sé nada -dijo la Oruga. Alicia no contestó. Nunca en toda su vida le habían llevado tanto la contraria, y sintió que se le estaba acabando la paciencia.
– ¿Estás contenta con tu tamaño actual? -preguntó la Oruga.
– Bueno, me gustaría ser un poco más alta, si a usted no le importa. ¡Siete centímetros es una estatura tan insignificante!
¡Es una estatura perfecta! -dijo la Oruga muy enfadada, irguiéndose cuan larga era (medía exactamente siete centímetros).
– ¡Pero yo no estoy acostumbrada a medir siete centímetros!”.
(Carroll, Lewis, 2003)
En breve el gusano mutará en mariposa y saldrá volando, en espiral, por supuesto.
La oruga/mariposa es el tiempo de la conversación.
El circo es una Alicia que experimenta con su tamaño.
María Folguera
El Mercat de les Flors te ofrece el ciclo ‘Circ d’Ara Mateix’ del 27 de abril al 11 de mayo de 2024
BIBLIOGRAFÍA:
· Carroll, Lewis: Alicia en el País de las Maravillas. Ediciones del Sur, 2003.
· Circ d’ara mateix 2024. Dossier de prensa. Mercat de les flors- Casa de la dansa, 2024.
· Diaz Verbèke, Maroussia: Ce que je ne sais pas d’un mot qui n’existe pas: la circographie. En Contours et détours des dramaturgies circassiennes, CNAC, 2020.
· Lievens, Bauke: Open letter to the circus world